Recuerdo el momento, allá por los años 90, cuando dejé aparcada mi máquina de escribir y me lancé en el desconocido, y en aquel entonces complicado, mundo de la informática. Fue una verdadera revolución, personal y profesional. Desde entonces los cambios no han cesado. Concretamente, hace ya algunos años que el ordenador de sobremesa dejó de ser el único dispositivo disponible para el trabajo de los ejecutivos y para navegar por Internet. Teléfonos móviles, portátiles y tabletas se han ido introduciendo en la cultura empresarial y su uso se ha generalizado ya sea a través de conexión de telefonía móvil o wifi. Una de las principales ventajas es la comodidad y facilidad que proporcionan. Además, los operadores de telefonía están ofreciendo, cada vez más, una mayor velocidad en la transmisión de datos. Si a esto le añadimos la aparición constante de nuevas apps para tabletas y móviles nos encontramos habilitados para usar poderosas herramientas de comunicación y de gestión que permiten desarrollar conceptos innovadores y prestar servicios únicos para cada audiencia objetivo.

Nos comunicamos más y mejor y con mayor rapidez, no solo por el uso del correo electrónico, sino también por los diversos chats existentes o la telefonía por Internet. Ganan también las empresas en imagen y en cercanía, ya que las marcas pueden explotar los medios digitales para darse a conocer, seducir y enganchar con costes muy accesibles. Es increíble constatar, desde el punto de vista de la prestación de servicios, como Internet se ha convertido en un lugar donde “van” los clientes a buscar lo que necesitan. En cuestión de ventas, las empresas están teniendo que revisar el juego de la oferta y la demanda.

Se podría seguir enumerando más y más ventajas que ofrece hoy día la aplicación de estas nuevas tecnologías, pero a mí personalmente lo que quizás me llama más la atención en esta revolución tecnológica es cómo se ha ido transformando la función de marketing.

Me refiero a una serie de tendencias que están aportando nuevas oportunidades, más valor a los clientes y a los consumidores y soluciones para los objetivos de negocio en las empresas. Entre las que más empujan en estos momentos están la increíble extensión de los dispositivos móviles, el crecimiento exponencial de los datos y de la información, el boom de las redes sociales y la adopción de novedosos modelos de informática en la llamada “nube”.

Este arrollador río de información que llega a la sociedad perfila consumidores más exigentes, que quieren más valor y mejor precio. En este contexto, el empresario no puede obviar que ya los mercados son globales y esto genera, a la vez, más amenazas y más oportunidades.

Todo está cambiando muy rápidamente y, se trate de época de cambios o cambio de época, lo cierto es que hay que adaptarse. Tenemos indicios y nos llegan señales de cómo seguirán produciéndose esos cambios. Incluso, como comprobamos en la última cumbre de Singularity University en Sevilla, estamos ya en grado de identificar tendencias, hacer valoraciones y prepararnos para esos cambios. Con este panorama es imprescindible que el empresario refuerce o renueve su liderazgo, convirtiéndose él mismo en motor del cambio, que se adapte a los tiempos innovando y que trace y encauce la estrategia para conseguir objetivos. Hacerlo bien y hacerlo saber.

Manuel Bellido @mbellido

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