Se pueden leer de muchas maneras los últimos resultados electorales. De hecho, cada partido los explicó diversamente la noche electoral y los días posteriores, dando cada uno por supuesto que había ganado, que había crecido, que fueron los que menos perdieron o los que tenían más posibilidades de pactos y gobiernos… La realidad de los números es que el PP ganó las elecciones pero quedó a merced de los pactos de la izquierda. Una situación que proyecta la imagen de una España difícil de gobernar.

Basta echar un vistazo a los programas de algunas fuerzas de izquierda para darse cuenta del difícil panorama que se abre para ayuntamientos y autonomías, algo que se venía reflejando en las últimas encuestas y que probablemente no ha sorprendido demasiado. Sin embargo, lo que llama mi atención de estas elecciones, como de otras anteriores, es la bajísima participación del electorado. Esta vez la abstención ha sido del 35,06%, es decir, que 12.240.792 ciudadanos que también estaban convocados, no fueron a votar. ¿Quiénes son estas personas?, ¿dónde viven?, ¿de qué viven?, ¿cuánto les afectan los impuestos que pagan?, ¿están satisfechos con los servicios municipales? No sabría responder a ninguna de estas preguntas y desconozco los motivos reales que han hecho que no depositaran su voto en las urnas. Sin embargo, creo que mucha gente está harta de poner su granito de arena votando con buena voluntad para, al final, comprender que de nada ha servido asistir a este ritual democrático, ya que su partido, aunque haya ganado, no gobierna o si ha perdido, se ha puesto a gobernar con otro que, además, llevaba otro programa electoral distinto.

Si el decidir a quién votar es de por sí un dolor de cabeza en estos tiempos, los pactos posteriores y los gobiernos que se forman con la suma de los perdedores producen más trastorno aún. En muchas ciudades, donde el clientelismo o la ignorancia no condicionan el voto, parte de ese porcentaje tan bajo que ha votado, se ha esforzado en elegir lo menos malo, lo menos dañino, o aquello que pensaba podía evitar convertir nuestra tierra en Venezuela 2 o en República bananera similar.

No sabemos, a estas alturas, quien terminará gobernando algunos ayuntamientos y creo que mucha gente espera que la decepción no sea brutal. Estos juegos de poder terminan avergonzando a los votantes, llevándolos a la decisión de no votar o votar en blanco. Las negociaciones y los pactos que se están produciendo en estos días ponen a prueba la escala de valores de los partidos. No sé cuántos estarán dispuestos a supeditar sus deseos de tocar poder a los intereses generales.

España vive un monumental enredo y exigiría a los grandes partidos estar a la altura para no fallarles a los ciudadanos con decisiones oportunistas e interesadas. La suma de perdedores suele acabar siempre en gobiernos débiles y el coste para el interés general es altísimo.

De seguir así, no es extraño que la abstención siga subiendo y que los ciudadanos se sientan engañados y pierdan la confianza si los resultados electorales no se respetan y terminan dando el poder a los que han perdido.

por @mbellido

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