Admito que alguna que otra vez he tenido la tentación de retuitear algún mensaje sin reflexionar antes sobre la calidad y veracidad del mismo. Recibir una noticia y difundirla, sin confrontar las fuentes y sin profundizar su contenido, es algo que un periodista nunca tendría que hacer. Afortunadamente, la sabiduría de la edad o algún colega con más tablas que circunstancialmente me acompañaba en ese momento, me han alertado sobre la falsedad o tendenciosidad del mensaje que pretendía ridiculizar o hacer daño. Entonces, me he tomado unos minutos para verificar la autenticidad de su contenido antes de que el dedo aumentase su “viralidad” irresponsablemente. Lo cierto es que vivimos en la era del clic compulsivo.

Todo va tan rápido y la tecnología nos facilita tanto el tomar automáticamente una decisión que perdemos de vista el efecto bola de nieve que pueda tener un retuit o un “me gusta” en las redes sociales. La viralidad hace que un contenido llegue a miles de personas a través de la red y esa obsesión que desborda a marcas, medios y partidos políticos se apoya en las cuerdas sensibles de nuestras emociones, en los sentimientos más íntimos y en nuestros instintos. Mucho en todo esto tiene que ver la existencia de ese pequeño órgano de nuestro cerebro llamado hipotálamo, que fabrica las respuestas emocionales y que condiciona también nuestros gestos en las redes sociales. De todas maneras, nos guste o no, estamos subidos todos en un tren de alta velocidad que ha salido de una estación lineal y local y nos lleva a través de paisajes globales y exponenciales a un futuro próximo que hace unos años podía parecernos sólo pura ciencia ficción. No cabe duda que son tiempos donde más que nunca se necesita espíritu crítico y sentido común. Ante tanta y diversa información podemos sentirnos solos ante el peligro, pero cada uno de nosotros es, al final, el que decide qué hacer con ella. Podemos resbalar sobre la información como patinadores inexpertos o bien escavar para tratar de descubrir dónde está su verdad o hacia dónde tiende. Puede facilitarnos el empantanarnos en una crisis disruptiva o bien el adentrarnos en una oportunidad disruptiva.

A mis abuelos que vivían en el campo les afectaban mucho en su día a día las cosas que sucedían en familia, quizás también las del vecindario rural, un poco menos las de la ciudad, bastante poco las de España y muchísimo menos las que sucedían en otros continentes. Hoy, sin embargo, algo que pasa en Tijuana, en el estado de la Baja California de la República Mexicana, en cuestión de microsegundos lo sabremos con pelos y señales a través de nuestro smartphone. Si la economía china estornuda, también nosotros nos refriaremos y si en un garaje de la Silicon Valley una Startup de biomedicina y bioinformática trabaja en una aplicación para la detección temprana del cáncer, aumentará nuestra esperanza de ver convertido ese mal bicho en una enfermedad curable. No podemos vivir de espaldas a esta realidad del tiempo que nos ha tocado vivir. Son tiempos globales y exponenciales. No hay marcha atrás.

por @mbellido

La web del periodista Manuel Bellido Bello con opiniones, artículos y entrevistas publicados desde 1996. Manuel Bellido https://en.gravatar.com/verify/add-identity/09e264a7e3/manuelbellido% 40manuelbellido.com