Intentando descubrir pistas para interpretar el momento en que vivimos, descubro que entre las tantas tensiones que condicionan nuestro vivir hay dos grandes transiciones que nos absorben: la ecológica y la digital. Dos transiciones que están condicionando, no solo nuestro futuro, sino también nuestro presente. Nuestra sociedad sabe que tanto la emergencia climática como la Inteligencia Artificial decidirán nuestro futuro. Sin embargo, hay una tercera transición a la que prestamos poca atención, me refiero a la demográfica. Una transición que afectará en primer lugar a las personas mayores y a la autosuficiencia. ¿Dónde ha ido a parar en España esa “pirámide demográfica”? Es decir, una base numerosísima de niños y jóvenes y después otras edades que se van reduciendo progresivamente.
Ahora lo que tenemos se parece más bien a una magdalena, una especie de forma pentagonal con una banda intermedia muy ancha compuesta por una franja de personas de entre 55 y 65 años, que se acercan progresivamente a la edad de la jubilación.
Por otra parte, la ciencia que avanza a pasos agigantados ha ido aumentando la esperanza de vida, para los hombres a más de 80 años y para las mujeres a más de 84. Además, dando certezas que en esa franja de edad se podrá gozar de buena salud, haciendo que ciertas patologías antes mortales ahora se hagan crónicas y llevaderas, aunque reduzcan algo de capacidad y funcionalidad.
Veo con satisfacción como personas de mi franja de edad gozan de buena salud, son consumidores activos de viajes, de patrimonio cultural, de actividades turísticas y recreativas y además saben aplicarse con ilusión en el cuidado de los nietos. Más tarde, para estas personas de la llamada tercera edad, superando el umbral de la buena salud, todas las necesidades de gastos son absorbidas por asistencia médica (cuidadores, medicamentos, instrumentos de ayuda).
Económicamente esto representa en esa fase un problema. Los hijos tienen que hacerse cargo de los padres con pocos recursos, por lo poco que reciben por su jubilación, para poner un cuidador doméstico, asumir el gasto de los traslados a un centro de día o el ingreso en un asilo, algo insostenible para la economía de las familias de clase media.
No solo es difícil abordar económicamente esta situación. Es difícil, si no imposible, dar esta estabilidad a nuestros mayores desde que nuestra civilización abandonó el modelo de familias extensas. Ahora al contrario esta crisis hace que muchas personas mayores vivan solas, cuando sabemos lo esencial que es en esta edad y esta difícil etapa de la vida, el cuidado domiciliario, la calidad de vida, las buenas y constantes relaciones y el encuentro con las generaciones más jóvenes y al mismo tiempo mantener espacios de generatividad.
Si no queremos pararnos a llorar por la leche derramada dentro de unos años, los políticos, en lugar de vivir ensimismados en el mantenimiento de su poder, tendrían que ponerse a buscar soluciones, convirtiéndose este tema en un terreno de compromiso para que la sociedad avance en la materia y supere con éxito esta transición demográfica.
Se trataría de invertir con deducciones fiscales en proyectos destinados a esta franja, incentivar la natalidad, lanzando instrumentos financieros innovadores, llevando a cabo alianzas público-privadas y acciones de impacto social para conseguir que la vida de las personas mayores de 65 años pueda gozar de salud generativa (formación continua, voluntariado) retrasando al máximo la llegada de la segunda fase.
A ver quién le cuenta a Pedro Sánchez que, en lugar de dedicarse a tapar las vergüenzas de corrupción de su partido, quemar energías en atacar a Ayuso o blanquear a independentistas y hacedores de la destrucción de España, se dedique a trabajar con los pies en el suelo a mejorar la vida de los españoles; en este caso la de los mayores de 65 años.
Políticas sociales, culturas y modelos económicos capaces de potenciar la actividad de cuidados serán fundamentales para la sostenibilidad de nuestro futuro. No sólo por el aspecto económico y demográfico, sino también para potenciar el sentido de la vida y enriquecerla en todas sus etapas.