Una cosa es el temperamento y otra cosa es la coherencia con los principios morales que tienen que caracterizar las actuaciones de un político. El temperamento puede hacer que las explicaciones, los razonamientos y los debates sean más encendidos, pero se espera que estén siempre dentro de los límites de la educación. También se espera que los contenidos de dichas intervenciones sean inspirados y dirigidos para contribuir a la justicia social, a defender la dignidad y la libertad de los ciudadanos, a buscar su bienestar, a impulsar mecanismos para reducir el paro, inducir el desarrollo económico o aplicar la solidaridad. Todo lo contrario de lo que está sucediendo en el ámbito político de nuestro país. Un clima enturbiado y envenenado, donde afloran venganzas políticas, insultos, amenazas, golpes bajos y de consecuencia aumento del odio, es lo que se están desayunando a diario los ciudadanos de este país.
La pregunta que a este punto nos hacemos todos es: ¿en medio de este desaguisado quién se ocupa de España y de los españoles?
El ministro de Transportes, Óscar Puente, creando en su Ministerio un equipo de trabajo con dinero público para que cojan todas las columnas de opinión en las que se le insulta o critica. Un diputado de Podemos manipulando videos para calumniar e injuriar a la Policía. La Fiscalía y la Abogacía del Estado trabajando para atacar al novio de Ayuso. María Jesús Montero desde Hacienda filtrando datos personales de un ciudadano. El fiscal de Sánchez escondiendo el caso Koldo-PSOE antes de las elecciones. Yolanda Díaz escondiendo 778.000 parados bajo la alfombra de los «fijos discontinuos». Moncloa huyendo de los escándalos de corrupción con una ofensiva contra el PP por el franquismo. Los ministros usando recursos públicos y privados, a través de los medios de comunicación “amigos”, para tapar el monumental caso de corrupción que les afecta. Sánchez consumiendo toda su energía para entregar a Puigdemont la amnistía total para obtener los siete votos que le permiten dormir en la Moncloa. El PP creando en el Senado la comisión del caso Koldo para llevar a Armengol y quizás a Sánchez. El PSOE creando también una comisión en el Congreso para poner el ventilador y tapar sus vergüenzas.
Así que nos volvemos a preguntar: ¿quién se ocupa del paro, de los problemas de índole económica, de la violencia contra la mujer, de la inmigración ilegal, de las pensiones, de la vivienda, de la amenaza terrorista, de la sanidad, de la educación, de la sequía, de los problemas de índole social, de la crisis demográfica, de los problemas del campo, de la deuda pública, de convergencia de renta con Europa… etc., porque la lista de los problemas que tiene España en la actualidad es muy amplia.
La degradación de las instituciones del Estado provoca la nada. Cuando las instituciones pierden credibilidad, se vuelven ineficaces y sufren de anomia, la sociedad sufre las consecuencias y ve como su nación se encamina poco a poco a un precipicio o a una dictadura que les empobrecerá y les privará de igualdad y de libertad.
Valiente papelón tiene España.