Desde hace algunos años, esta palabra ha entrado a formar parte del vocabulario de los psicólogos, de los pedagogos y de los coach.

Con este término se suele indicar la capacidad de una persona o grupo para seguir proyectándose en el futuro -pese a acontecimientos desestabilizadores, condiciones de vida difíciles y traumas a veces graves- la capacidad de sobreponerse  a períodos de dolor emocional, la capacidad de reaccionar ante la dificultad y no darse por vencidos… La resiliencia, en realidad, proviene del lenguaje de la física y alude a la resistencia que oponen los metales a los impactos.

En psicología, sin embargo, el concepto asume un significado más amplio, no significa sencillamente resistir, sino buscar y utilizar soluciones nuevas frente a los problemas. Y ello implica voluntad de salir de situaciones traumáticas, sin negar el dolor vivido, sino sabiendo construir sobre ese sufrimiento un modo nuevo de seguir adelante. Se trata de un proceso que presupone naturalmente activar la capacidad de adaptación y de aprendizaje.

Acuden a mi  mente el ejemplo del rescate social y humano de David Copperfield, huérfano de padre y posteriormente de madre, forzado a atravesar dolorosísimas experiencias, o el de esos niños enfermos hospitalizados y con diagnósticos graves que encuentran la fuerza para jugar e incluso bromear con sus compañeros. Existe en estos niños y en general en los seres humanos una capacidad mayúscula de darle la vuelta a la propia suerte, aprovechando las experiencias que han vivido. La resiliencia conlleva dos extensiones: la fuerza interna para resistir mejor las crisis y la capacidad para recuperarse inmediatamente después. Esa capacidad útil para el individuo lo es también para una familia, para una empresa, para una región o para un país.

Es la lección que tendríamos que haber aprendido en Andalucía durante esta crisis para fortalecer la capacidad de resistencia ante futuros tambaleos de la economía. Son muchos los andaluces que se encuentran atrapados en el círculo vicioso de la crisis, del paro y de la indigencia y que no pueden dejar de intentar sobreponerse y salir adelante.

Aceptar que estábamos inmersos en una crisis no fue precisamente la actitud de nuestros gobernantes cuando todo esto empezó y eso fue precisamente lo que retrasó la toma de medidas. Se sabe que el diagnóstico de una enfermedad es el primer paso para encaminarla a su curación.

Por eso queremos celebrar la constitución del primer grupo de trabajo formado por la Junta de Andalucía y los agentes económicos  y sociales, enfocado a identificar las zonas de actuación prioritaria para el desarrollo de políticas de empleo y apoyo a la actividad productiva. Esta fue una de las medidas previstas en el Acuerdo para el Progreso Económico y Social de Andalucía que firmaron el pasado 20 de marzo, en presencia del presidente de la Junta, José Antonio Griñán, los sindicatos UGT y CC.OO y la Confederación de Empresarios de Andalucía (CEA).

Esperemos que estas y otras medidas sirvan para fortalecer la resiliencia, clave fundamental para romper los malos ciclos.

Al igual que sucede en la vida personal, donde ciertas situaciones traumáticas más o menos graves, bien llevadas y gestionadas  despiertan y ponen en marcha el valor, la fuerza y la determinación capaces de redirigir el rumbo hacia nuevas soluciones, en la vida de la regiones se puede esperar que algunas sacudidas como estas nos despierten de la inmovilidad y nos hagan agudizar el ingenio para  cambiar el rumbo a mejores metas.

Manuel Bellido

 

 

por @mbellido

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