Pasan los años y, de vez en cuando, volvemos la vista atrás para recordar momentos de la Historia, porque es nuestra historia. Recordamos a protagonistas y acontecimientos y evaluamos esos periodos con más o menos brillantez. Recordando los años 60, pienso en John Fitzgerald Kennedy, en los primeros momentos de la sucia Guerra del Vietnam, en la sex symbol del siglo XX, Marilyn Monroe, en la invasión de la Bahía de Cochinos, en la crisis de los misiles de Cuba y en el inicio de la carrera espacial. Años decisivos.
Si pienso en los 70, me vienen a la mente los Juegos Olímpicos de Múnich, el atentado de ETA a Carrero Blanco, el escándalo del Watergate, el fin de la Guerra de Vietnam, la transición, el Rey, Sabino Fernández Campo y su discreción, Adolfo Suárez y las primeras elecciones democráticas en España, desde las de 1936, que ganó UCD, Margaret Thatcher y la muerte de Pablo VI. Años de cambio.
Cuando pasen los años y miremos atrás, recordaremos los actuales en España como una época difícil y complicada, recordaremos escándalos financieros, listas interminables de parados, la tristeza de admitir que un 40 por ciento de los extremeños y un 30 por ciento de los andaluces vivían asfixiados por la pobreza, recordaremos la corrupción en la política, la masiva inmigración que también se quedó sin trabajo y un gobierno de la nación que siempre reaccionaba tarde ante los males que nos acosaban.
Hoy los analistas económicos de medio mundo se están preguntando si el modelo europeo podrá sobrevivir a la competencia de países emergentes como China, India o Brasil. Es de lógica que, con la que está cayendo, aquí nos preguntemos si España será capaz de aguantar los tremendos vaivenes que se están produciendo y que se van a producir en el equilibrio mundial económico y de poder. Sobre todo porque, por lo que se ve, la única política económica que aquí se hace es la de los tópicos y eslóganes, que es probablemente la que mejor llega al votante corriente. Baste recordar el reciente debate de los presupuestos, donde en un ritual, tan inútil como tedioso, los grupos parlamentarios daban la sensación de desnaturalizar la realidad y además, a sabiendas. Como si a los pobres ciudadanos contribuyentes no les importara el destino de esos 150.000 millones de euros arrebatados de sus bolsillos a fuerza de impuestos y trabajo.
Paro, gasto, impuestos y endeudamiento. Claro que no hace falta ser economista para preguntarse si es ésta la receta para salir de la crisis o para cambiar nuestro modelo de crecimiento.
Como también nos preguntamos quién será el líder político que tenga la capacidad de impulsar una vez más la ilusión de reinventarnos.
Hasta que llegue, tendremos que seguir trabajando y aguantando sin ponernos nerviosos, ni siquiera por la Gripe A, que según nos dicen, en los próximos meses podría afectar a cerca del 10 por ciento de la población.
Aunque la palabrería política intente convencernos de lo contrario, 2010 será un año muy difícil. Voces autorizadas como las del consejero delegado del Banco Sabadell, Jaime Guardiola o la de los analistas de Caja Madrid se han pronunciado en estos días: «2010 va a ser difícil y con mucha presión», «Va a ser el más complicado, al unirse el punto bajo del ciclo, tipos de interés en mínimos y un paro desatado».
Es mucho lo que nos estamos jugando: se trata del presente de las clases medias, que son las productivas, y del futuro de nuestros hijos. Afortunadamente, sectores como los de la Economía Social aguantan el tirón y con el autoempleo salvan los mínimos indispensables para seguir adelante, sin perder empuje e ilusión. Por eso, en este número, llevamos su ejemplo a nuestro tema de portada
Manuel Bellido