Érase una vez una rana que, como todas las de su especie, sabía adaptarse perfectamente a los cambios de temperatura. Una vez, le pusieron en un recipiente de agua fría y fueron calentando, paulatinamente, el líquido. La rana no se inquietó lo más mínimo, pues se sentía muy segura en aquella “continuidad”. Pero, el calor fue aumentando y su confianza le llevó a dejarse hervir viva, pues no se dieron cuenta de que el cambio continuo crece hasta llegar a un punto en que no es capaz ya de reaccionar. Moraleja: vivimos en una época en la que los cambios se suceden continuamente y puede suceder que hoy en día hacer negocio sea posible pasando por que todos salgan ganando.

El viejo camino era: venzo yo, pierdes tú. El nuevo es: venzo yo, vences tú también. Ésta es la meta que tenemos ante nosotros, la casa común en la que nos disponemos a vivir. Debería ser el espejo de diálogos, pluralidad, un verdadero mercado común en las ideas.

La excelencia de una empresa no se mide sólo por el volumen de sus negocios, sino por el ambiente de trabajo que haya logrado crear entre sus empleados y en su entorno. Los hombres y las mujeres de las empresas de hoy quieren evolucionar en el seno de una organización repleta de vida, quieren realizar un trabajo útil en una empresa transparente, buscan un entorno de convivencia grata y, por encima de todo, sienten la necesidad de usar sus conocimientos y su imaginación para mejorar, a la vez el marco de su vida y el resultado de sus actividades, merced a un importante margen de iniciativas. Esta movilización dentro de las empresas asegura la buena consecución de objetivos. Evitar que estén por encima de “los que piensan” y debajo “los que ejecutan”, y aprovechar las ideas de todos al servicio de un proyecto puede resultar una ventaja estratégica fundamental que también puede ayudarnos a entender el diálogo que ha de establecerse con el mercado e, incluso, con nuestros propios competidores.

Venzo yo, vences tú también.

Ya no existe el lujo de la rutina empresarial. Hoy resulta igualmente necesario perseguir los resultados a corto plazo como relacionarnos permanentemente con nuestro entorno. El tejido empresarial forma una tela de araña y sólo el diálogo continuo con nuestros clientes y proveedores puede permitirnos avanzar y mantenernos en cabeza en un momento en el que todo cambia alrededor. Sobrevivimos si demostramos que merecemos la confianza de nuestros interlocutores, si nuestra acción empresarial va encaminada a buscar tanto nuestro beneficio como el de ellos.

Es mejor buscar diez pequeños éxitos cada año, con los que todos ganen, que no un gran éxito cada diez, porque hemos pretendido ganar sólo y exclusivamente nosotros.

por @mbellido

La web del periodista Manuel Bellido Bello con opiniones, artículos y entrevistas publicados desde 1996. Manuel Bellido https://en.gravatar.com/verify/add-identity/09e264a7e3/manuelbellido% 40manuelbellido.com