Muchos son los analistas que están definiendo la publicación de la Encíclica “Caritas in Veritate” como un acontecimiento importante no sólo para los cristianos sino para la sociedad civil en general. «Caritas in Veritate» es la tercera encíclica de Benedicto XVI, tras la publicación de «Deus caritas est» en 2005 y «Spe salvi» del 2007.
Una encíclica que encabeza su enunciado así: “Carta Encíclica CARITAS IN VERITATE, del Sumo Pontífice Benedicto XVI a los Obispos, a los presbíteros y diáconos, a las personas consagradas, a todos los fieles laicos y a todos los hombres de buena voluntad sobre el desarrollo humano integral en la caridad y en la verdad”.
Aunque esta Encíclica va en línea con el magisterio social de la Iglesia y de los Papas, pienso que representa un avance de innovación en el modo de tratar el mercado, la economía y la vida social.
En primer lugar Benedicto XVI pone de relieve la primera encíclica social, la Rerum Novarum de León XIII, y la Populorum Progressio de Pablo VI como piedras fundamentales de la doctrina social de la Iglesia, con la idea, no solo de conmemorar el aniversario de la Encíclica de Pablo VI, sino con la intención de volver a hablar de los grandes temas de actualidad: el capitalismo, la justicia mundial y el desarrollo de los pueblos. Ya Pablo VI lanzó en su Encíclica un mensaje: “El desarrollo es el nuevo nombre de la paz” dando a entender la importancia del destino universal de los bienes económicos y la exigencia de conjugar solidaridad y crecimiento económico. Al leer las páginas de esta Encíclica se descubre una cierta crítica a algunos aspectos del sistema capitalista que la economía de mercado ha generado en los dos últimos siglos. Sin mercado no hay vida buena, pero con solo mercado se atrofian otros principios y mecanismos fundamentales de la vida en común que no se pueden reducir a un contrato, como no se puede reducir a un contrato la relación de reciprocidad que siempre ha propuesto el humanismo cristiano. El Papa afirma, desde las primeras líneas, que la Caritas, el amor (eros, philia e agape) es el fundamento de la vida espiritual, eclesial y comunitaria, pero también de la vida económica y política: ese vinculo “da verdadera sustancia a la relación personal con Dios y con el prójimo; es el principio no solo de las micro-relaciones: relaciones de amistas, familiares, de pequeños grupos, sino también de las macro-relaciones: relaciones sociales, económicas y políticas”.
En el capitulo tercero, hablando de la empresa dice así: “A este respecto, es útil observar que la iniciativa empresarial tiene, y debe asumir cada vez más, un significado polivalente. El predominio persistente del binomio mercado-Estado nos ha acostumbrado a pensar exclusivamente en el empresario privado de tipo capitalista por un lado y en el directivo estatal por otro. En realidad, la iniciativa empresarial se ha de entender de modo articulado. Así lo revelan diversas motivaciones metaeconómicas. El ser empresario, antes de tener un significado profesional, tiene un significado humano. Es propio de todo trabajo visto como «actus personae» y por eso es bueno que todo trabajador tenga la posibilidad de dar la propia aportación a su labor, de modo que él mismo «sea consciente de que está trabajando en algo propio». Por eso, Pablo VI enseñaba que «todo trabajador es un creador»”.
El Papa habla de esta nueva unidad: es el amor, que puede y debe inspirar el contrato, la familia y la empresa, el mercado y la política. En el tercer capitulo emerge la exigencia de una reunificación de la vida que ahonda sus raíces en el mensaje cristiano.
En la introducción Benedicto XVI se interroga sobre cómo actualizar hoy las preguntas y los desafíos de la Populorum Progressio de Pablo VI. Leyendo la Encíclica actual, pienso que la idea de que el desarrollo es la condición necesaria para la paz es todavía actual, solo que, en estos cuarenta años que separan aquella Encíclica de esta, hemos entendido también que no basta el desarrollo económico par evitar las guerras: se necesita además la comunión de bienes y la solidaridad entre los pueblos, dado que las recientes guerras, y el mismo terrorismo, muestran lo insostenible de un sistema capitalista mal entendido y basado en la avaricia que produce sí bienestar, pero también desigualdades.
A los que piensan que en estos momentos nuestra sociedad necesita valores, la Encíclica del Benedicto XVI puede aportar mucha luz.
Manuel Bellido