En mi juventud tuve ocasión de hacer mucha gimnasia. Es más, parte de mi actividad estaba basada en el ejercicio físico. Hace unos meses, y recomendado por el médico, he vuelto a retomar el entrenamiento diario. Entre todos los buenos consejos que trato de poner en práctica, uno en especial me está sirviendo, es el de un profesor de fitness que tuve hace años. Nos recordaba que cuando uno entra en el gimnasio tiene que tener presente una regla de oro: dedicarse sólo a lo que nos sirve, es decir a aquellos ejercicios que valen para afrontar mejor la actividad diaria. De hecho, no sirve de nada machacarse y dedicar horas a largos y extenuantes ejercicios si después no ayudan a sostener el tono físico diario.
Aprender a ejercitar cada músculo según su función es una manera de dirigir y guiar nuestro cuerpo por el camino que nos ayude a ser más felices, una felicidad que no deriva solo de un placentero aspecto exterior, sino de la capacidad de afrontar mejor el día a día.
Espalda, brazos, hombros, piernas se irán tonificando poco a poco en su justa medida, sin olvidar los movimientos esenciales de stretching o, mejor dicho, de estiramiento muscular. Gracias a su práctica diaria resulta más fácil relajar tensiones que, normalmente, vamos acumulando diariamente. Tensiones musculares y no sólo. El stretching beneficia también a la mente, que puede encontrar una nueva fuente de energía en la calma generada por esta disciplina. Estas son las claves para abrir las puertas del bienestar: resistencia cardiovascular, fuerza y resistencia muscular, flexibilidad, y tener bajo control la grasa excesiva, es decir, controlar la composición corpórea. Son funciones para obtener longevidad y buena salud Lo aconsejo de todo corazón.
Manuel Bellido

por @mbellido

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