Hay expresiones que marcan la vida de una época, Smart City es, sin duda, una de ellas. Este concepto emergente, que hoy está en boca de casi todos, no queda del todo claro para muchos ciudadanos de a pie y también para muchos políticos. Sin embargo, la mayoría entiende que es algo relacionado con el futuro, con las tecnologías exponenciales, con la manera de vivir y con la calidad de vida de las personas.

Los expertos prevén que en 2050 la población mundial que vive en zonas urbanas se duplicará y que el 70% de los habitantes de la tierra vivirá en ciudades. Será una urbanización a gran escala y culminada en tiempos muy breves, que deberá ser gestionada cuidadosamente, de manera que pueda asegurar al mismo tiempo calidad de vida, eficiencia y sostenibilidad del medio ambiente.

Una Smart City, por tanto, será un área urbana desarrollada, diseñada para propiciar desarrollo económico y calidad de vida a través del uso de las tecnologías integradas y la optimización de los recursos, principalmente en algunas áreas clave como la movilidad, la comunicación, la economía, el trabajo, la energía, el medio ambiente, la gobernanza y administración pública y la construcción…

El corazón de la Ciudad Inteligente es la tecnología porque las soluciones fundamentalmente son tecnológicas.

La interconexión entre el dispositivo móvil personal y los sistemas de información y comunicación de utility urbane, entre el ciudadano y los servicios públicos urbanos, es, sin duda, uno de los objetivos más importantes para la creación de la excelencia urbana.

2017 verá una eclosión en el mercado de las Ciudades Inteligentes, y será un camino irreversible. Esta denominación de Smart City no es un título que se puede comprar a cambio de discursos políticos, buenas intenciones, promesas electorales o la implementación de alguna solución tecnológica para el funcionamiento de algún servicio público puntual en una población. Una Smart City es una ciudad que apuesta decididamente por transformar todo su funcionamiento y sus recursos a favor de una vida más sostenible, que es capaz de dar respuestas adecuadas a las necesidades básicas de empresas, instituciones, organizaciones y, en general, de todos los habitantes de una población, tanto en el plano económico, como en los aspectos operativos, sociales y ambientales. Una Ciudad Inteligente tiene un único objetivo: mejorar la calidad de vida de todos los ciudadanos.

En este sentido, aunque a menudo emerja entre los españoles el espíritu catastrofista y resaltemos que estamos a la cola de todo, menos en fútbol, hay que decir que España es reconocida y admirada a nivel internacional por su modelo de desarrollo del concepto de Ciudad Inteligente. Desde el Gobierno central, se viene apostando por la transformación digital de España y poniendo también a disposición de los ayuntamientos el Plan Nacional de Ciudades Inteligentes, que es, hoy por hoy, una potente herramienta y el marco adecuado para su impulso; un buen ejemplo de política pública en este ámbito.

No se trata, pues, de preguntarse solamente si nuestras ciudades están capacitadas y maduras para transformarse en Ciudades Inteligentes; sobre todo nos preguntamos si nuestros alcaldes tienen la firme voluntad de trabajar para sacar adelante estos proyectos, aprovechando las grandes posibilidades de financiación que están ofreciendo el Gobierno y los Fondos Europeos. Antes o después, este proceso de cambio “inteligente” es el que pondrá en primera línea a algunas ciudades y dejará fuera de juego a otras. ¿En qué situación se encuentra tu ciudad?

Manuel Bellido

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