Son tiempos en los que se multiplican conflictos con relativas consecuencias y escasean líderes capaces de plantear soluciones y proyectos a la sociedad. Seguimos constatando que los partidos políticos carecen de dirigentes capaces de elaborar programas creíbles y que los ciudadanos puedan votar con la certeza de que no se trata solo de demagogia o puro paripé. Tanto es así que cada vez más gente se resigna a vivir en un mundo sin alternativas reales, porque ha quedado evidente que también los populismos, que parecían ofrecer salidas novedosas, confunden y ahogan iniciativas y esperanzas de reconciliación y consenso, llegando a veces a romper el espacio cívico común por no respetar los principios de libertad y de primacía de la ley. ¿Es posible recuperar la esperanza de un cambio ante este panorama que a menudo desanima y entristece? Seguramente sí. Hay un “aleteo” ligero, pero potencialmente muy potente que puede traer consigo un “huracán” de cambios que den sentido a esta sociedad del nuevo siglo. Este “aleteo” es la sociedad civil con todo lo que conlleva: empresas, iniciativas privadas, gente de buena voluntad, dispuesta a remangarse y a poner no uno, sino muchos granitos de arenas para afrontar los enormes desafíos del planeta. No se necesita militar en partidos políticos para tener convicciones y valores, para trabajar por la sociedad dando credibilidad, por ejemplo, a los Objetivos de Desarrollo Sostenible aprobados por Naciones Unidas en 2015, considerándolos una oportunidad para luchar contra el cambio climático, contra las amenazas de la guerra, contra las opresiones a las minorías, las desigualdades, el hambre, el paro, el analfabetismo, para afianzar el respeto de los Derechos Humanos, para todos y cada uno de los seres humanos y en todas partes del mundo…

He tenido a menudo la posibilidad de viajar y conocer sociedades, modos de vida y diversas maneras de entender la democracia y la prosperidad y creo que el descubrimiento esencial que hice ya hace años fue que la fuente de la libertad, de la democracia y de la prosperidad proviene siempre de una fuerte sociedad civil, aquella que pone todo su esfuerzo en resolver sus problemas por sí misma, sin esperar a “otros”, sin recurrir al Estado/padre, sino trabajando para una respuesta asociativa a los problemas que presenta cada etapa histórica.

La sociedad civil es la expresión necesaria de la libertad individual. Gobiernos y  políticos de profesión deberían dejar de alimentar chiringuitos de intereses que asfixian la iniciativa privada y ocuparse de administrar y crear un ecosistema apropiado para que esta se desarrolle, no alentando el modelo de “individuo-masa” incapaz de asumir iniciativas y responsabilidades personales.

Avanzamos poco, y lo haremos aún menos, si no despierta del todo la sociedad civil, si no se reconoce el valor de la empresa, si no se invierte en formación, sin usar la educación como arma partidista, si no se deja de azuzar con la mal llamada memoria histórica buscando el enfrentamiento de dos Españas, si los políticos siguen sin ofrecernos a los ciudadanos un plan y un proyecto de futuro. Tampoco la economía crecerá, y aun aceptando que en 2017, por ejemplo, una región como Andalucía creció un poco, tampoco podemos sacar pecho porque también otras comunidades crecieron. Si esto fuera una carrera ciclista, sería como alegrarse de correr más deprisa, sin darse cuenta de que se va cuesta abajo. No pierdo la esperanza de que la sociedad civil despierte y que termine derrumbando las paredes inaccesibles del brutal yo narcisista de algunos políticos que siguen sin saber responder a la pregunta: ¿qué plan les propone usted a los ciudadanos?

Manuel Bellido

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