Hoy he tenido la ocasión de ver un video con algunas escenas de la obra de teatro El luto le sienta a Electra de Eugene Gladstone O’Neill, un  dramaturgo estadounidense, nacido en la ciudad de Nueva York en 1888 y fallecido en 1953.  Recibió el Premio Nobel de Literatura en 1936 y además fue ganador cuatro veces del famoso Premio Pulitzer por sus artículos periodísticos.

Este escritor, en 1931,  acometió la monumental tarea de adaptar la Orestíada de Esquilo, que muestra el destino final de la estirpe de los Atridas. La adaptación de O’Neill fue como he dicho antes la obra El luto le sienta a Electra, (Mourning Becomes Electra).

O´Neill, respetando la división tripartita de Esquilo sustituye: Agamenón, Las Coéforas y Las Euménides por Homecoming, The Hunted y The Haunted.

La de O´Neill es una trilogía ambientada en la Nueva Inglaterra de 1865, después de la Guerra de Secesión de Estados Unidos, en la que los personajes de una familia, emulando a los héroes de las tragedias griegas, tienen que hacer frente a su turbulento destino. En ellas se narra la vuelta de la guerra del patriarca Ezra a la enorme mansión de la familia Mannon, para encontrar un mundo totalmente diferente del que dejó al marchar al conflicto.

Su mirada final es bastante más desoladora que la Esquilo: mientras que en el texto original Orestes es perdonado por el matricidio, en la versión del norteamericano no hay paz para ninguno de los protagonistas, que pagan sus culpas con el suicidio o con el enclaustramiento de por vida.

Más allá del final de las obras, tanto para Esquilo como para O’Neill, a distancia de siglos, los problemas morales  seguían estando  al centro de la vida de los hombres.  Esos mismos problemas  siguen siendo hoy el pan de cada día en muchos rincones lejanos y cercanos del mundo. Esa misma crueldad que Esquilo refleja en la Orestiada, la ciega venganza y el querer imponerse con la fuerza física o psíquica sobre otros seres humanos  sigue caracterizando desgraciadamente la actuación de muchos.

Curioso es que el resultado de las acciones inmorales para quien las comete es el tormento de la conciencia,  que provoca intranquilidad, ansiedad y desvelo. Hemingway lo definía muy sencillamente: “la moral es lo que hace a uno sentirse bien y lo inmoral es lo que hace a uno sentirse mal”

por @mbellido

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