A través de los cristales de esta cafetería del centro miro la calle. Veo como los transeúntes van apareciendo poco a poco para después disolverse como fantasmas en esta mañana de otoño. Cada uno es un libro, una historia que tiene un inicio y un final. Esa señora me recuerda a mi madre, estatura media, sueños medios. Cargada de bolsas del supermercado camina encorvada llevando más pesos en sus arrugas que en sus brazos. Ese chico apoyado en una farola parece que piensa con la uñas de las manos. Se las come con parsimonia mientras mira distraído un muppy con publicidad de una marca de ropa. Una chica con soltura y desparpajo se le echa encima abrazándolo, parece un náufrago que finalmente alcanza una isla en medio del océano. Ahora quien pasa es un hombre vestido con un mono de trabajo azul ennegrecido y lleva una caja de herramientas. Su paso es rápido. Seguro que piensa en terminar lo antes posible el trabajo, quiere llegar a su casa, ponerse las babuchas y sentarse delante del televisor, hoy hay partido. El camarero tiene prisa que pida algo, le digo que espero a alguien. Sus ojos son oscuros como dos cerraduras de portones. Su trabajo es hacer tiempo, consiste en esperar que los clientes expresen deseos embotellados, ganas de infusiones humeantes o apetencias hirvientes de café.
Sigo esperándote. Con una mano acariciando el mentón y la otra jugando con las servilletas, pienso en la etapa histórica que estamos atravesando, mientras el tiempo pasa en este instante que para mí es eterno. El patio político en España está muy mal, hay inquietud y pesimismo, y no sólo en los que engordan las listas del paro, también en quien tiene una empresa y trata de sacarla a flote de la crisis y en quien ve peligrar su puesto de trabajo por los ERE que se multiplican en estos meses. La gente tiene la sensación de que está sentada en un autobús que no termina de arrancar y salir de la cochera. Por otra parte el mundo está cambiando y en la balanza de los equilibrios económicos y de poder comienzan a pesar más países como China e India. Europa y Occidente, si no despiertan de este letargo que olvida valores y raíces históricas y culturales, terminarán estando en la periferia de las decisiones económicas y políticas. Después del 11-S también los países árabes mostraron en sus facetas más radicales que no se andan con chiquitas.
Escribo sobre una servilleta algunos apuntes para mi blog. Soy periodista y mi misión es dar cuenta de este tiempo a través de acontecimientos y personas, pero es difícil encontrar siempre el equilibrio cuando escribo. Algunos me tachan de catastrofistas, otros de idealista. Me siento como una piedra en medio de un riachuelo que no consigue parar la corriente. Simplemente soy un ser humano que busca su mejor profecía, mirando siempre al futuro y tratando de no perderme por el camino. Sé que conservando la energía de mi libertad hago crecer la virtud de resistir en el mar oscuro de esta humanidad que sigue buscando, desesperadamente, en el día a día, gramos de amor y retales de paz.
Acabas de llegar, eres esa persona que conmigo sabe vaciar su corazón para darme siempre lo mejor, como cuando se saca el forro de un bolsillo fuera de los pantalones para desparramar las monedas que guardaba dentro. Tu sonrisa hace del mundo un sitio más bonito. Sacudo el polvo de un día que ya es intenso y un poco gris. En la ciudad que amanece, sobre las antenas y los tejados una nubecilla me guiña y me enciende la esperanza. Lo he visto reflejado en tus ojos. Al menos, en el libro del mundo, este momento no será un garabato.
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Manuel Bellido