Cuando escribimos, intentamos siempre desentrañar el significado de las cosas a través de las palabras. Ardua tarea saber decir y pronunciar lo que cada pensamiento desea expresar. A menudo confiamos en la memoria para buscar en los vocabularios de la experiencia aquellos vocablos que mejor se adapten, encontrando incluso sus secretos vínculos con el resto de la realidad. Con las palabras evocamos y convocamos realidades. Las palabras significan lo dicho y lo no dicho. Cada palabra encierra un cosmos y cada lector coge de cada una la porción que le sirve.

Ayer probé esta sensación, leyendo esta poseía de Eugenio Montale que alguien me había enviado conociendo mi afecto por la poesía.

Rememoro tu sonrisa, y es para mí como el agua límpida…

Rememoro tu sonrisa, y es para mí como el agua límpida  hallada al azar en la pedrera de un arenal,  exiguo espejo en el que mira una hiedra sus corimbos;  y encima el abrazo de un tranquilo cielo blanco.  Ese es mi recuerdo; no sabría decir, en la distancia,  si en tu rostro se expresa libre un alma ingenua,  o si verdaderamente eres un fugitivo que el mal del mundo  extenúa  llevando su sufrir consigo como un talismán.

Mas esto puedo decirte, que tu imaginada efigie  sumerge mis caprichosas inquietudes en una oleada de calma,  y que tu semblante se insinúa en mi gris memoria  sencillo como la copa de una joven palmera…

Estas palabras me parecieron un lugar de revelación, un espacio donde adivinar sensaciones, gestos, insinuaciones, símbolos, menciones, razones y sinrazones, plenitud, dolor y esperanza al mismo tiempo. Infinita concatenación de sentimientos.

por @mbellido

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