Qué difícil es que los seres humanos afrontemos siempre la propia condición humana sin enmascararla. Nuestra frágil naturaleza nos ha hecho hábiles para crear mecanismos y obviarla, falseando nuestra imagen y haciéndola más propicia a la propia complacencia que a la realidad. Es la mediocridad la que a veces intimida y sofoca la verdadera grandeza del ser humano. Oí decir un día que vivir es impreciso y quizás quien así lo expresó quería decir que el camino terrenal nos pone siempre delante de un sendero que se bifurca para aceptarnos como somos o para fingir que somos otros.
Hay quien escoge la ensoñación o el simulacro y no reflexiona; renuncia a pensar y pensar es generalizar, es abstraer que en definitiva es salir por un momento fuera del tiempo, algo que nos permite trascender. El engaño en el que caemos es fabricar un personaje de cara a los demás, que nada tiene que ver con nosotros mismos, suponiendo que es mejor de lo que somos en realidad. La felicidad, sin embargo es una puerta que se abre solamente ante nuestro autentico yo.