He pasado unos días en la Toscana, tierra que conozco y amo ya que me acogió durante casi 15 años, en mi juventud. Allí estudié, trabajé y me enamoré por primera vez. He vuelto a Florencia por poco tiempo y por otros motivos, pero no quise dejar de acudir a un lugar que no visitaba desde hacía 25 años. Caminé atravesando il Pontevecchio hasta llegar al barrio de Oltrarno. Allí se encuentra la iglesia de Santa María del Cármine, una iglesia que surgió en 1268 y que, desde entonces, ha sufrido infinidad de vicisitudes, numerosas destrucciones, incendios, bombardeos y reconstrucciones. No recordaba bien el camino, así que me dejé guiar por mi acompañante. Entramos por la puerta del Convento. Al fondo del claustro hay una puerta de cristales, después giramos a la izquierda y otra vez a la izquierda. De repente nos encontramos en la Capilla Brancacci. No había ningún turista en esos momentos y nos sentimos envueltos enseguida por los frescos de Masolino y Masaccio. Los ojos se elevaron hacia el segundo nivel de pinturas. El primero a la izquierda es de Masaccio, la Expulsión del Paraíso de Adán y Eva. Adán llora y se cubre los ojos con las manos, Eva se cubre con los brazos y grita de dolor. Sus cuerpos desalentados y desolados no son como las pinturas medievales a dos dimensiones. Sus pies se asientan sólidamente sobre la tierra. La primera vez que contemplé este fresco no solo comprendí que allí iniciaba el Renacimiento también señaló el inicio de una nueva etapa en mi vida. El Renacimiento supuso para el ser humano el inicio de una era de promesas y nuevas posibilidades desplegadas para hacer frente a los desafíos de la Historia. El mismo sentimiento que habrían probado Adán y Eva saliendo del Paraíso terrenal. En aquellos instantes hice una reflexión sobre mi vida a la persona que me acompañaba. La primera vez que estuve aquí me sentía atormentado por ciertas dudas. Mi espíritu torturado, hipersensible y creyente terminó empujándome en aquella ocasión a tomar decisiones importantes. El fresco de Masaccio me convenció con sus razones y al mismo tiempo golpeó el alma con una sacudida de esperanza. En la vida hay cosas que nos emocionan y que nos torturan al mismo tiempo. Decidir, elegir es una de ellas. Cada vez que elegimos una nueva forma de enfrentarnos a los retos de la vida, aseguramos nuestra supervivencia. Allí volví a decidir.

por @mbellido

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