Ayer me hicieron esta pregunta: ¿Tú sabes qué es el destino? No lo sé, contesté. Nunca me he parado a pensar si nuestra vida está planificada por una fuerza ajena a nosotros. Siempre he creído en la libertad. Siempre creí que nosotros somos lo que decidimos en la vida. Siempre he creído en la conciencia como brújula indicadora de nuestra toma de posición y de nuestras elecciones. Y, al mismo tiempo, siempre me ha quedado la incógnita. ¿Estará todo escrito? La verdad es que en algunas experiencias vividas la sensación que sentí era la de no tener otra elección. Solo había una. La impresión era que iba hacia un destino ciegamente, como atraído sin remedio hacia la punta de un cuchillo. No creo en al azar. Sí creo que todo tiene una causa. Soy meticuloso a la hora de tomar una decisión sea para cruzar el océano, para cruzar la calle, para vagar por mis habitaciones, para entrar en una cama, escoger una palabra o preparar un Plan de Trabajo en la empresa. Sin embargo, conozco mis límites, esos límites típicos del ser humano que por una parte nos hacen capaces de sentir que estamos hechos para percibir sólo lo bueno y luego, contradiciéndonos, corremos ciegamente hacia un lugar contrario. Qué nos impulsa a buscar desesperadamente la felicidad sin saber que ya la teníamos en nuestras manos. Qué hace que dejemos pasar un tren de largo en la vida porque tardamos demasiado tiempo en pensar si teníamos o no que subir a él. Últimamente, viviendo una experiencia y queriendo comprenderla, yo mismo me respondía que, si todo tiene una causa, es porque estaba predestinada a existir, desde el momento en que la causa surgió.
En el fondo buscamos siempre lo que ya conocemos, aunque luego seamos capaces de renegar de lo que hemos conocido. La vida avanza mediante fragmentos sueltos y a veces entendemos por asociaciones antes que por explicaciones, por emociones antes que por razonamientos.
Así, la sola aparición en nuestra vida personal o profesional de otro ser humano abre un horizonte desconocido, anticipa de modo indirecto algo que podría ocurrir, nos muestra otro camino distinto, nos narra un futuro menos convencional que el que imaginábamos. “El azar no existe; Dios no juega a los dados” decía Einstein. Yo pienso que es bueno ser constantes en cortejar nuestro destino, imaginarlo y soñarlo. La posibilidad de realizar un sueño es lo que hace que la vida sea interesante. Pablo Coelho lo resumía así en una frase de mucha sabiduría: “todos los días Dios nos da un momento en que es posible cambiar todo lo que nos hace infelices. El instante mágico es el momento en que un sí o un no pueden cambiar toda nuestra existencia”.

por @mbellido

La web del periodista Manuel Bellido Bello con opiniones, artículos y entrevistas publicados desde 1996. Manuel Bellido https://en.gravatar.com/verify/add-identity/09e264a7e3/manuelbellido% 40manuelbellido.com

Los comentarios están cerrados.