Seguramente, cuando esta edición de julio-agosto de Agenda de la Empresa esté en los quioscos, muchos de nuestros lectores estarán viajando o descansando en algún lugar de vacaciones. Aunque en estos últimos años de crisis económica han mermado las posibilidades de disfrutar de grandes viajes o grandes periodos de distensión en zonas de mar o montaña,  trabajo (para quien lo tiene)  y descanso se han alternado con armonía permitiendo ese paréntesis, por breve que sea, para desconectar de la cotidianidad.

Imperiosa necesidad son las vacaciones y tiempo necesario para librarnos del estrés, recuperar la serenidad, reencontrarnos y, en algunos casos, redescubrirnos.

Lo contraproducente de esta parada estival sería convertirla en una prolongación de la vida que conducimos durante el resto del año, trasladando a otro escenario, aunque este sea bellísimo y relajante, la misma ansiedad, el mismo nerviosismo y los desencuentros que a menudo ocupan nuestras jornadas. No sorprende que muchas personas regresen de sus vacaciones disgustadas, desanimadas, deprimidas o incluso deseosas de retomar urgentemente la rutina de la cual antes de salir de vacaciones querían escapar.

Otro aspecto que incide en el resultado de las vacaciones es la actitud psicológica con la que se afrontan los desplazamientos estivos. No es lo mismo ser  turista o viajero. El turista común complace sus expectativas satisfaciendo sus  necesidades primarias de comida, bebida, sexo, higiene y fotos,  mientras que el viajero quiere nutrir ante todo su esfera intelectual y espiritual. La recompensa por el cansancio llega vía mente o por la superación de los propios límites,  como sucede, por ejemplo,  cuando se afronta con éxito un trekking extremo. La piscología del viajero se caracteriza por algunos rasgos de personalidad; es inquieto, busca la libertad en sus acciones, vive el viaje en su máxima expresión, no desdeña la soledad cuando es necesaria, ama la frugalidad y el equipaje esencial.

Para el turista el viaje es una especie de bien de consumo y tiene valor en cuanto obtiene reconocimiento social y, naturalmente, si el resultado corresponde a las expectativas precisas que se tienen en el momento en que se compra. Con la difusión y proliferación  de los viajes organizados el turista empieza a perder las características del viajero y se dispone a  anularse en medio de una masa que sigue en modo inconsciente las sugerencias de las modas.

El viajero busca sensaciones. El viajero es casi siempre un curioso y un buscador de estímulos nuevos y excitantes que explora metas exóticas, que tiene necesidad de colores y olores fuertes para sentirse, en todos los sentidos, en «otro lugar». No le importa soportar incomodidades si esas conllevan la posibilidad de vivir esa parte de aventura y romanticismo que van buscando. Dicen los grandes trotamundos que el viaje es el resultado de un sutil equilibrio entre romanticismo, aventura y excitación por una parte y cierta incomodidad y miedo por otra.

Seamos viajeros o turistas en estas vacaciones no olvidemos que el ocio vivido sin imaginación o sin el deseo o la posibilidad de comunicarse con otros o con nosotros mismos, desemboca en hastío y frustración. Tampoco olvidemos que Andalucía es siempre un buen destino. Tengamos presente que es la comunidad autónoma con más espacios naturales protegidos, una tierra que en cuestiones de naturaleza goza de  un encanto propio y único. Y en cuanto a riqueza cultural, para viajar a través de las distintas culturas y civilizaciones que se asentaron en esta rica tierra del sur, los itinerarios son casi infinitos. Son muchos los motivos para volver a escoger Andalucía como meta y lugar de nuestras vacaciones.

por @mbellido

La web del periodista Manuel Bellido Bello con opiniones, artículos y entrevistas publicados desde 1996. Manuel Bellido https://en.gravatar.com/verify/add-identity/09e264a7e3/manuelbellido% 40manuelbellido.com