Europa es la casa común de muchos pueblos que está sufriendo en la actualidad las consecuencias de haber puesto al euro como único pegamento que los una. Europa seguirá siendo el viejo continente, si no vuelve a poner en pie un proyecto de unidad y de desarrollo común que devuelva la esperanza a sus ciudadanos y revista a la UE de una renovada y joven vitalidad, como la que en otros tiempos la impulso. Esperanza, necesaria más que nunca, en tiempos complicados y difíciles.
Europa se levantará unida un día cuando vuelva a reconocer sus raíces, su historia, sus conquistas, su fe, su arte, sus avances científicos y humanísticos y su diversidad; cuando vuelva a establecer valores que pongan al centro de la vida política, económica y social a las personas.
Europa ha recibido recientemente el premio Nobel de la Paz, en unos momentos en los que la crisis y sus consecuencias estaban poniendo en discusión los mismos fundamentos del proyecto Europeo. Es verdad que Europa en la historia reciente ha logrado transformar un continente en guerra en un continente de paz. Efectivamente en la actualidad no hay conflictos bélicos entre los países de la UE. Lo que si salta a la vista es que ciertas posturas que están exhibiendo determinados países más ricos con respecto a otros menos afortunados, tienen el reflejo de otra clase de “guerra”
Concediéndole este premio se le reconocían las más de seis décadas de contribución de la UE al progreso de la paz y la reconciliación, la democracia y los derechos humanos. El comité noruego del premio Nobel de la Paz le reconocía así explícitamente la “fraternidad entre sus naciones”. Mientras escuchaba el discurso pensaba que más que un premio se trataba de un programa que hay que llevar a la practica con todas sus consecuencias, también en el campo económico.