Cuando usamos la palabra demasiado, su definición dice que estamos indicando una cantidad, número, intensidad o grado mayor del necesario, del que se esperaba o del que se considera conveniente. Mi padre solía repetir que la felicidad es darse cuenta de que en la vida de nada se tiene demasiado. Sin embargo, a veces tengo la sensación de que en la sociedad actual lo que domina nuestra vida es lo excesivo, lo exagerado, lo descomunal. Demasiado de casi todo: demasiados objetos, demasiadas ansias, demasiada codicia, demasiada superficialidad, demasiado superfluo, demasiados OLYMPUS DIGITAL CAMERAdesperdicios. De hecho, están naciendo corrientes, como la economía colaborativa, que sostienen que se puede vivir mejor con menos. Sus propulsores son conscientes de que algo muy gordo está fallando en el modelo económico actual y que este afán por consumir más no equivale necesariamente a mejorar la vida. Hay una palabra que se está poniendo de moda en determinados ámbitos: “decluttering”, es decir, liberarse de los superfluo y de ese demasiado que no nos sirve para vivir mejor. Reflexionando sobre estas cuestiones, llego a la conclusión de que no basta soltar el lastre de cosas que invaden nuestro espacio material para ir ligero de equipaje, creo que es también necesario liberar nuestro tiempo. Comprendo que no es fácil abordar esta cuestión y aplicarla al estilo de vida que llevamos, donde nuestro vocabulario cotidiano reboza de palabras como prisa, rapidez, resultados. Es curioso que en una década donde las nuevas tecnologías habrían llegado para socorrernos y descargarnos de trabajo, para muchos esto degenera en una borrachera de hiperactividad. Con el móvil a cuesta a todas horas se termina por no desconectar, por no descansar ni siquiera con la cabeza. La embriaguez que proporcionan las redes sociales ofrece un placer momentáneo que termina por embotar la mente y enclaustrarnos en una cárcel de incomunicación humana que ataca a nuestros nervios y acarrea grandes dosis de insatisfacción, a la vez que atrofia nuestras capacidades de comunicación, reduciendo a la vez las facultades de creatividad, de investigación y de resolución de problemas, solos o en equipo.

Desconectar y descansar nos ayuda a trabajar mejor. Interrumpir el frenético ritmo que a menudo llevamos y recuperar un sano ocio no sólo permite rencontrar nuestro equilibrio personal, sino que mejora también la calidad de vida.

Las vacaciones para muchos comienzan en este mes de julio. Una oportunidad que no hay que perder. Pausa merecida en nuestra vida de trabajo que nos reconciliará con el equilibrio ideal que se alimenta, sin duda, con ese recurso natural que se llama descanso. Un poco de “decluttering”, liberarnos de aquello que no nos permite descansar.

Manuel Bellido
Director del Grupo Informaria
@mbellido