Reconozco la importancia que tiene la interacción entre vida y estudio. En el camino terrestre no se puede prescindir de ninguno de los dos y, probablemente, en el andamiaje que construye la experiencia de los seres humanos siempre se encuentra esa combinación. Indagación y crecimiento espiritual.
Mientras el estudio requiere aislamiento, concentración y hasta soledad, en el encuentro con lo cotidiano de nuestro corazón y de nuestro espíritu con la existencia siempre hay un tú y este encuentro puede ser pobre o fructífero. Si se vive a fondo cada encuentro, acción, gesto, mirada, o quehacer podemos encontrar un inmenso caudal, que más tarde se convertirá en un horizonte y en una guía u sustento para el corazón y el pensamiento. Uno de los atractivos de la vida es afrontar cada momento como un acontecimiento y sobre todo cuando se trata de encontrarnos con otro ser humano. Ninguno, por banal que sea, deja indiferente. Siempre hay modo de donar la verdad interior de lo propio y recibir la del otro. Las relaciones humanas positivas tienen el propósito de consolarnos de los sufrimientos, de permitirnos compartir las alegrías, de confortarnos ante el temor de la muerte, de explicarnos emociones, de abrirnos a nuevos interrogantes o librarnos de las trampas de hipocresía en la que la sociedad ha caído. En el encuentro con otros ser humano podemos incluso encontrar pistas sobre lo Divino y permitir, si lo queremos, la forma en que esta creencia pueda modelar el presente y el futuro de nuestra existencia. En el camino de nuestra existencia siempre encontraremos un tú, elemento fundamental y condición indispensable para el desarrollo de la mente, del espíritu. El tú está destinado a enriquecer nuestro crecimiento individual.

por @mbellido

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