Conozco personas que tienen una predisposición a percibir los estímulos exteriores de una manera diferente. Sienten diversamente, a veces gozando más con respecto a la media de las personas y, a veces, sufriendo también más.  La sensibilidad es un  aspecto que no siempre se valora de la misma manera por las personas del entorno. Incluso cuando estas personas con un alto grado de sensibilidad tratan de adaptarse a las exigencias de los demás renunciando a sus apetencias y sentimientos no faltan las críticas. Probablemente  hemos visto y escuchado más de una vez que alguien se dirigía a una persona sensible diciéndole ¿tienes que ser siempre tan emotivo? A menudo estas personas son más vulnerables, mas predispuestas al estrés o a tambalearse por inseguridad.  Las personas sensibles “se sienten diversas”  y pueden encontrarse, por ejemplo, en situaciones en las que no entienden como los demás no se emocionen delante de un ocaso de fuego, ante el silencioso abrirse de una flor  o ante la mirada pura de un anciano o de un niño.

La sensibilidad pone en evidencia la unicidad de las personas  y a menudo entra en conflicto con la sociedad entorno. La sensibilidad tropieza a menudo con el conformismo; la espontaneidad del espíritu sensible choca contra el gregarismo de las modas, la sinceridad del alma sensible se topa con la falsedad inherente de lo políticamente correcto, la sensibilidad choca con  el amaestramiento social de la demagogia.  Leonardo, que de sensibilidad tenía mucha decía: “Donde hay más sensibilidad, allí es más fuerte el martirio”.

Foto: Mariposa de ala quebrada de Arantxa Sampedro – www.miotramirada.com

por @mbellido

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