Me llegó hace días una carta escrita a mano y el acontecimiento era algo tan exclusivo y único que me envolvió en una especie de fiesta intelectual, en un refinado deleite incluso antes de leer su contenido. La conocida caligrafía redondeada y clara me transmitió confianza. Seguramente ni la evolución de la lingüística, ni el psicoanálisis, ni la semiología, ni cualquier otro instrumento del pensamiento científico para la observación y el análisis de los textos eran necesarios para sumergirme en su lectura. El encabezamiento me otorgó el tránsito al sentido de todo el resto. Era una cita de Gabriel Marcel: “Amar a alguien es decirle: tú no morirás jamás”. Un pensamiento así hace que las palabras ya no sean ellas sino notas de esa música a la que llamamos poesía.
Conozco desde años a la autora de la carta, cuyo mundo interior es tan delicado y exquisito, que sabe escoger siempre el mejor ramillete de palabras para expresar sus pensamientos.
Un texto es casi siempre el fruto de la compleja alquimia lingüística, cultural, psíquica y espiritual de quien lo redacta y, si además cuando se escribe, se hace desde el corazón, para quien lee, sucede como con la música. En la música no hay nada que explicar, invade, acaricia, alimenta y hace rebozar el alma de esa claridad conceptual y emocional sorprendentemente límpida que no admite discusiones. Acababa de leer la prensa y aún mi ánimo padecía el bochorno producido por los titulares y las declaraciones demagógicas de los voceros políticos. Estamos pasando por malos momentos, por graves momentos de crisis económica y política y el chorreo de palabras que se escribe a este propósito deprime al más optimista. Al pasar de la prensa a la carta tuve la sensación de llegar a un riachuelo de aguas cristalinas.

Párrafo aparte merece la pena que diga que la carta era muy sencilla pero llena de vida. Llena de esas verdades que se dicen cuando se habla con el corazón y desde el corazón. Una carta para compartir y ya se sabe que cuando hay cariño se comparte todo con sencillez. Alguien, recientemente, hablando del amor me describía su experiencia: “Cuando llueve compartimos el paraguas, si no tenemos paraguas, compartimos la lluvia”

por @mbellido

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