Hay quien podrá seguir haciéndose el sordo en cuestiones relacionadas con el cambio climático, pero las evidencias son tantas que mirar para otro lado no significa que no pase nada o que evitemos los riesgos, es creer que se esquiva un problema y, sin embargo, lo que está haciendo es acumular muchos más.

Vivimos en un tiempo muy complicado, que yo llamaría “momento bisagra» de la historia de la humanidad. El mundo natural está sufriendo gravemente, empeorando exponencialmente y esto ya no lo pone en duda nadie. Calentamiento excesivo, perturbaciones descomunales en el ciclo del agua y otros fenómenos meteorológicos y climáticos están impactando en todos los continentes, pero sobre todo en los territorios más frágiles generando daños a todos los niveles, afectando fuerte y negativamente las actividades económicas y la vida social.

Lo que sorprende es que muchos sapiens son capaces de seguir adelante como si nada pasara, cuando la comunidad científica sigue alertando que el avance del cambio climático reducirá significativamente el desarrollo económico y causará daños significativos a las ciudades, las empresas, la producción agrícola y las infraestructuras.

Sería el momento, y esto significa para mi momento bisagra de la historia, que tendríamos que identificar lo que nuestra sociedad debe priorizar para asegurar el futuro a largo plazo de nuestra especie.  

Sabemos con certeza que, por un grado de calentamiento global superior al actual, por ejemplo, a escala global habría un aumento del 100% en la frecuencia de olas de calor y entre un 30 y un 40% de aumento en la frecuencia de inundaciones y sequías, con la consiguiente disminución del bienestar, perdidas de recursos y del PIB.

En este contexto, parece urgente colocar este problema en el primer lugar de la agenda política, institucional, económica y empresarial. Instituciones como las Administraciones Públicas, las organizaciones empresariales, las entidades financieras, y otras instituciones, tendrían infinidad de oportunidades para hacerlo de manera concreta. En primer lugar, proponiendo a los ciudadanos su propia visión de futuro de la sociedad con posibilidades de éxito e inmediatamente después, cada uno desde su posición, implementar acciones de adaptación que nos hagan más resilientes a nosotros y a nuestros territorios frente a olas de calor, sequías, eventos extremos de precipitación, aumento del nivel del mar y fenómenos abruptos de diversa naturaleza.

Sin embargo, aunque en los discursos se citen estos problemas, las acciones no siguen una lógica de emergencia ni de planificación y programación estructural.

Comenzaba mi articulo diciendo que hay quienes se siguen haciendo los sordos para no escuchar “el clamor de la tierra y el llanto de los pobres”, como   papa Francisco hace cinco años nos recordaba en su encíclica Laudato Si.

Hoy también veo personas, con preparación universitaria y con cargos directivos claves en instituciones, que se empecinan en no usar el lenguaje correcto llamando a las cosas por su nombre, para no contradecirse y por no desvincular valores objetivos de otros intereses.

Recientemente, uno de estos personajes rechazaba la palabra ecología para sustituirla por sostenibilidad. Le daba prurito la palabra ecologista. Me pregunté porque se empeñaba tanto en diferenciar ambos términos y que tenía contra los ecologistas, en momentos en que se necesita urgentemente movilizar a la sociedad para visibilizar la urgencia de actuar contra el cambio climático.

De todas maneras y para desmontar bulos, quiero aclarar que el ecologismo es una opción política, integradora, que se nutre de los conocimientos generados por la sociología, la antropología, la ciencia política, la filosofía, la economía y, también, la ecología. Del mismo modo, la ecología es una ciencia integradora que combina conocimientos de matemáticas, física, biología, química y muchos ámbitos más de la ciencia y la tecnología. La ecología es la ciencia que estudia los ecosistemas, es decir, la combinación de especies (incluyendo al ser humano) y el medio ambiente en el que habitan, así como las interacciones entre ellos, mientras que el ecologismo es el movimiento sociopolítico que se preocupa por la protección de la naturaleza.

Yo creo en la sostenibilidad y por eso me preocupo por la protección de la naturaleza, por tanto, seré ecologista. Como divulgador estoy siempre dispuesto a brindar mi contribución para elaborar soluciones y acciones concretas que estén basadas en la ciencia, que sean practicables y efectivas, pero pido encarecidamente a la política, a las organizaciones y a las empresas que consideren la crisis climática como un problema prioritario a abordar, está en riesgo nuestro presente y nuestro futuro.  

por @mbellido

La web del periodista Manuel Bellido Bello con opiniones, artículos y entrevistas publicados desde 1996. Manuel Bellido https://en.gravatar.com/verify/add-identity/09e264a7e3/manuelbellido% 40manuelbellido.com