“Todo lo que somos es el resultado de lo que hemos pensado; está fundado en nuestros pensamientos y está hecho de nuestros pensamientos”. Eso decía Sidhartha Gautama. De hombres cabales se aprende la importancia de reflexionar críticamente, siempre que se pueda, en vez de abandonarse a la euforia o al abatimiento. Reflexionar sin prisa pero sin pausa, para encontrar soluciones, ya que el tiempo corre rápidamente, los acontecimientos cambian apresuradamente y, todo va tan veloz a nuestro alrededor, que se necesitan buenos reflejos para no permitir que nuestras decisiones envejezcan en nuestra cabeza antes de ponerlas en práctica.
Reflexionar para dilucidar los desafíos a los que la vida nos enfrenta y a este propósito vuelvo a recordar otro pensamiento del fundador del budismo: “La reflexión es el camino hacia la inmortalidad (nirvana); la falta de reflexión, el camino hacia la muerte”. Bombardeados como estamos, en nuestro día a día, por el ruido mediático y político que termina siempre impregnándonos de frivolidades, oímos y vemos y creemos comprender, pero en realidad tragamos, aceptamos, asentimos, nos sometemos sin haber reflexionado.
Rodeados de cantos de sirena, arriesgamos de no dirigir nuestras vidas, de no vivir, sino más bien ser vividos. En este siglo donde las posibilidades de comunicación y la disponibilidad de información son casi exageradas las personas no siempre encuentran en esos recursos las soluciones a los problemas por la pobreza de los contenidos que nos vehiculan los Medios. Llueve, diluvia información, pero ese caudaloso y tempestuoso torrencial es a veces puro caos. A los hombres y a las mujeres de hoy no solo le preocupan los dilemas del milenio, también le preocupan el uso del conocimiento, las concepciones del pasado y sus raíces, la proyección de futuro, los valores que defender, las actitudes que tomar, la salud corporal y espiritual y las posibilidades de bienestar y felicidad personal. Para alcanzar esos equilibrios se requiere la reflexión. Es de Harold MacMillan este pensamiento lleno de sabiduría: “La reflexión calmada y tranquila desenreda todos los nudos”. Reflexionar es situarse por un momento en sí mismo, o como dice el diccionario cuando define ensimismarse, poner toda la atención en lo que se hace o piensa hasta llegar a aislarse de lo demás. Solo así podremos aspirar a llegar a una sana conclusión, tomar una decisión, elaborar un juicio o encontrar una solución. No es fácil encontrar esa soledad en medio de tanto desorden y ruido pero es la única manera de escuchar nuestra conciencia y avanzar adecuadamente. Francis Bacon animaba a hacerlo insistentemente: “Quien no quiere pensar es un fanático; quien no puede pensar, es un idiota; quien no osa pensar es un cobarde”.

por @mbellido

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