A veces escucho a alguna  amiga  lamentarse, con razón,  de no poder abarcarlo todo, de correr de un lado para otro como una loca: trabajo, hijos que recoger a la escuela y ayudarles en las tareas, poner la lavadora, , preparar la comida para el día siguiente, e intentar estar un rato con el marido… Un verdadero desafío diario que implica cuestiones como economía, gestión del  tiempo, afectos, vida de pareja, organización familiar y carrera profesional. En otro día, Mercedes, una amiga madrileña, con la cual hablo alguna vez por teléfono,  me soltó esta frase: “me casé ilusionada pensando que la vida se simplificaría  para mí, hoy la vivo como una verdadera carrera de obstáculos”. Cuando le colgué el teléfono, después de haberla escuchado y haberle dicho que comprendía su situación, me pasó un pensamiento por la cabeza: todos sabemos que un tetra brik de leche contiene leche. Estos envases de cartón de distintas marcas, con precios más o menos análogos, contienen una calidad de leche más o menos similar y nadie se lleva la gran sorpresa, después de abrirlo por la mañana para desayunar, de encontrar en ello ni un brebaje similar a la lejía, ni tampoco  un néctar de los dioses. Encuentra leche, más entera o más desnatada, pero leche.   Sin embargo, con el matrimonio uno carece de esa garantía. Haya servido o no  el noviazgo para conocer a la pareja y programar con sentido la vida en común, la vida familiar siempre puede resultar un desastre o una preciosa satisfacción. En muchísimos casos el fruto amargo de un matrimonio mal llevado es el estrés. Sobre todo para aquellas mujeres que trabajan fuera de casa y dividen su tiempo entre ser madre, profesional, pareja y maga. Desde luego este último papel es el más útil para resolver constantemente  los problemas que nacen cada día en familia y que requieren facultades de mediadora, médica, maestra, farmacéutica, psicóloga y economista al mismo tiempo…

En muchos casos este estrés es una pescadilla que se muerde la cola, porque,  nazca donde nazca,  se repercute en todos los demás sectores de la vida. Si nace en la vida privada se traslada al trabajo, y si nace en el trabajo se lleva a la vida familiar. De ahí surgen malestares  como dolor de cabeza, insomnio, dolor de estomago, dolores musculares, ansia, depresión o ciertas dosis de irritabilidad que terminan multiplicando los problemas.

No soy psicólogo pero, en el afán de ayudar a mi amiga, se me ocurrió ayer sugerirle algunas medidas de choque para relajar su estrés. “Créate un oasis”, le dije, “no te lleves labores ni preocupaciones del trabajo a casa. Apaga el móvil cuando llegues a casa, no se te ocurra echarle un vistazo al correo electrónico antes de irte a la cama, sacude en la alfombrilla de la puerta de tu casa el polvo que hayas acumulado en el trabajo”. “Optimiza”. Haz una lista y subdivide  las cosas que tienes que hacer en categorías: fáciles, difíciles, de media dificultad, grado de efectividad y de utilidad. “Comienza de las fáciles”. “Deja de cargarte sobre las espaldas las mochilas de otros, son suficientes las tuyas”. A menudo empezamos cada mañana  solo con la mochila de nuestras responsabilidades y  a los largo del día muchas personas nos han ido colgando las suyas. “Descansa de vez en cuando de los telediarios y de los boletines de radio”. Las mayor parte de las noticias de estos tiempos provocan ansia, miedo y frustración. “Que no te venga el síndrome de la omnipotencia”. No puedes tener todo bajo control ni tienes el poder de solucionarlo todo.  Preocuparse de aquello que no se puede resolver o controlar es una fuente de estrés. “Mantente alejada de las personas que te chupan energía o están estresadas”. Se sabe que el estrés es contagioso. “Recupera antes tu calma, seguramente después serás tú misma a contagiar esa serenidad y positivismo a los demás”.

No sé si le servirán a Mercedes mis consejos. Por lo pronto yo trato de ponerlos en práctica. Será un modo de poner cada mañana a flote mi barco y buscar un buen viento para navegar.

por @mbellido

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