Un nuevo renacimiento que verá de nuevo a Europa como protagonista de la economía mundial está llamando a la puerta. Después de años y años de primacía norteamericana y pasado el boom del capitalismo oriental con Japón a la cabeza, el Viejo continente volverá a intentar la marcha del desarrollo.
Una moneda revolucionará el programa Europeo: el Euro. Pero, este horizonte de gloria podrá tener muchos contrastes: regiones que subirán al vértice de su riqueza y productividad y otras que se podrán estancar o no crecer al ritmo de las primeras.
Las regiones más fuertes, dotadas de una buena estructura productiva y especializadas en altas tecnologías y servicios, se aventajarán en su situación al resto, intensificando incluso interiormente su actividad y desarrollo. Las regiones más desfavorecidas tendrán que hacer frente a mayores problemas de reestructuración y todo se les hará cuesta arriba.
La Europa que tendremos después del 1 de julio de 2002 es cada vez menos un objeto misterioso, un total de más de 370 millones de habitantes compartirán un territorio con diferentes lenguas y estilos de vida.
Este gran mercado afectará directamente a los ciudadanos y especialmente a los empresarios, ya que bienes capitales, hombres y servicios circularán libremente a través de la Unión. Por tanto habrá nuevas oportunidades comerciales y las distintas maneras de llevar a cabo los negocios afectarán de forma significativa a todos. La Unión Europea no avanza de espaldas a los empresarios.
Jean Monnet, el llamado “padre de Europa” que comenzaba sus memorias diciendo: “No agrupamos Estados, unimos hombres”, nos recuerda que la U.E. no es asunto sólo de políticos.
Los empresarios de nuestra tierra no pueden vivir ajenos a los numerosos cambios de la topografía económica, influidos por las decisiones de las grandes multinacionales que no querrán establecerse en zonas equivocadas lejos de los mercados del futuro, y con bajos indicadores de desarrollo potencial en el estado de los servicios, de las infraestructuras, (telecomunicaciones, tráfico, energía), formación de los recursos humanos, investigación universitaria, etc.
Desde la U.E se trabaja con los Fondos estructurales para fomentar el desarrollo y reducir las desigualdades entre las regiones, pero no es suficiente. Las empresas andaluzas no pueden quedarse atrás, a la espera de ver aquello que harán empresas de otros países cuando vengan a hacernos la competencia en nuestros mercados tradicionales.
Una minuciosa gestión preventiva podrá ayudarnos a hacer frente a los nuevos retos. Quizá una buena auditoria interna de nuestro negocio y una sólida preparación a tiempo nos ayudará a afrontar los muchos cambios sin traumas y sin costes incalculables.
La pequeña aportación de AGENDA DE LA EMPRESA, realizada desde una perspectiva puramente empresarial quisiera ser un buen estímulo para conocer más y mejor el nuevo panorama en el que nos adentramos y de qué forma podremos dar respuestas estratégicas y adecuadas. Empecemos desde ahora.