Unos días en Roma y mi mirada curiosa ha escudriñado todo cuanto ha podido. Conozco Roma desde hace años pero, cada vez que vuelvo, me parece descubrirla por primera vez. Es más, rincones, calles, tiendas, palacios, iglesias, monumentos y galerías de arte que ya conocía, me resultan nuevas. He sido siempre y lo sigo siendo un aprendiz de observador. Mis ojos siguen aprendiendo a mirar y a comprender lo que se ve y sobre todo, lo que no se ve. Al depositar lo contemplado en el recipiente del alma, el tiempo del conocimiento se para. Allí comparo, analizo, medito sin prisas, sin la urgencia ansiosa de juzgar. Ir a Roma y visitar San Pedro y algunos lugares de la Ciudad del Vaticano es como peregrinar sabiendo que al término incorporaremos a nuestro equipaje signos tangibles de ese viaje. Algunos viajeros compran postales, láminas, pequeños objetos y un gran número de souvenir para regalar o decorar el propio hogar. La galaxia de tiendas alrededor de San Pedro es infinita. Yo paso de largo, esas tiendas me transmiten tristeza y agobio, limitan mi imaginación. Me llevo espiritualidad.
Después recorro la ciudad. Mi mirada no tiene límites y es capaz de situar el punto de observación en el quicio expresivo de la época en que nacieron esas obras. El tiempo en Roma desfila de manera libre y desinhibida ante mis ojos. Lo que desfila en las tiendas de souvenir es la apisonadora de la sociedad consumista. Mi ojos son más avariciosos, acumulan pensamiento, la tradición clásica de esa cultura que inspiró y sigue inspirando a poetas y escritores, la tradición cristiana a través de las huellas de dos grandes hombres, Pedro y Pablo. Y allí está, en todo su esplendor y potencia, la tradición humanística y renacentista que trasformó en significado moderno el patrimonio del pasado. Mis ojos observan en forma fragmentaria, sin jerarquizar ni ordenar nada, reflejando esa situación indiscriminada propia del aprendiz de observador. Las vivencias que he acumulado en esos días siguen en mí. Las sigo alimentando con otras visiones que nos proporcionó en su día esa “Hollywood sobre el Tevere”, que nos hizo soñar con “La dolce vita”, o “Il Gattopardo”. ¡Quanto sei bella Roma! Sus plazas, sus colores, su luz siguen en mí: Plaza San Pedro, Campo dei Fiori, Piazza Farnese, Navona, del Campidoglio, del Pópolo, di Spagna… y el corazón de Trastevere: Santa María in Trastevere y aquella Misa de rito bizantino que me acogió cuando fui a visitar sus mosaicos, una belleza litúrgica que hizo trascender mi espíritu hacia la armonía más sublime.
Mañana, mientras viaje a otra ciudad andaluza, seguiré sintiendo Roma, aunque de una manera más frívola. Muchas canciones hicieron una parte de su historia musical: “Roma nun fa la stupida stasera”, de Claudio Villa, “Roma capoccia” y “C’è un cuore che batte” di Antonello Venditti, “Porta Portese” de Claudio Baglioni, “Arrivederci Roma” de Renato Rascel…. He grabado en un Cd estas y otras canciones que mañana me harán compañía. Aunque le pese a la SGAE, mañana volveré a soñar con Roma.

por @mbellido

La web del periodista Manuel Bellido Bello con opiniones, artículos y entrevistas publicados desde 1996. Manuel Bellido https://en.gravatar.com/verify/add-identity/09e264a7e3/manuelbellido% 40manuelbellido.com

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