Mis  amigos extranjeros cuando visitan Sevilla además de piropear y elogiar la belleza de la ciudad, dicen de sentirse cómodos. Reflexionando sobre ese “sentirse cómodos”, me   pregunto qué es exactamente lo que hace que la vida cotidiana de una ciudad sea apacible,  haga sentirse a sus visitantes como en su propia casa y produzca relaciones entre las personas que no sean fruto del nerviosismo o del estrés.  Un elemento preponderante creo que sea lo que arquitectos y urbanistas llaman “mobiliario urbano”. Hay en el mundo ciudades hermosísimas por sus palacios, iglesias y monumentos, sin embargo lo que las convierte en placenteras son sus farolas, sus aceras, sus paseos arbolados, la intensidad justa de sus luces nocturnas, sus placitas, sus bancos, sus jardines, sus zonas de juegos infantiles…  Sevilla además de tener un centro histórico con un patrimonio artístico exquisito, (varias edificaciones de hecho están declaradas Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, entre ellas La Giralda, la Catedral, el Archivo de Indias y todo su entorno),  tiene también todo esos elementos que antes enumeraba y los turistas y visitantes lo perciben y lo aprecian.   Sin embargo para muchos de sus habitantes, sobre todo jóvenes, esa elegancia y pulcritud que la reviste no les gusta,  por su comportamiento denotan que prefieran  que esta ciudad muestre un vestido más semejante a un mono de trabajo lleno de «lamparones» de grasa o a un  vaquero sucio que a un vestido elegante y limpio. Armados de sprays,  ciertos inconscientes autoproclamados artistas urbanos van cargándose poco a poco y trozo a trozo la imagen de esta ciudad. Estos «graffiti», definidos arte urbano, por gente que probablemente de arte en su vida conoce poco, son en la mayor parte de los casos solamente garabatos y firmas pintadas  en paredes, aceras, portales, garajes y monumentos, cuya función es manchar y  ensuciar.

Es como un tumor que va carcomiendo las calles de nuestra ciudad. ¡Qué pobre sentido de la armonía! ¡Que escaso sentido de educación y respeto! ¡Qué manera de entristecer los espacios comunes de todos los sevillanos! La verdad es que todo esto tiene su lógica, cuando la gente vive en medio de la fealdad y de ella se alimenta, es incapaz de producir otra cosa que no sea desproporción, fealdad o suciedad.  A ver si de una vez por toda aprendemos a llamar a las cosas por su nombre. Esto no es más que vandalismo y como tal tendría que ser perseguido.

por @mbellido

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