Paolo Giordano pone en boca del personaje de una de sus historias una frase tremendamente honda y real: “Las decisiones se toman en unos segundos y se pagan el resto de la vida”. Con este pensamiento, el escritor italiano nos pone delante de una verdad indiscutible: tomar decisiones es una de las cuestiones más complicadas a las que nos enfrentamos los seres humanos e inevitablemente acarrea unas consecuencias. Nadie se salva de ese trance que, de una manera u otra, condiciona nuestro porvenir. Es un “pan nuestro de cada día” del que nadie queda exento: amas de casa, jóvenes, políticos… y los empresarios que desde que se levantan hasta que se acuestan sufren la incertidumbre de tener que decidirse por alguna de las alternativas que en cada momento la vida les ofrece. Es una responsabilidad personal aunque, para hacerlo, puedan recurrir a la ayuda de su conocimiento, su experiencia y a consejos y sugerencias de otros.

En estos tiempos de cambios científicos y tecnológicos, la digitalización está permitiendo el acceso a un gran volumen de activos de información, caracterizados por su velocidad y variedad, que pueden facilitar procesos para la mejora del conocimiento y la toma de decisiones. Lo que denominamos Big Data, es decir, el proceso de recolección de grandes cantidades de datos y su inmediato análisis para encontrar patrones recurrentes, información oculta y nuevas correlaciones, ha irrumpido en nuestras vidas y en la vida de las empresas y permite optimizar todas las decisiones. Muchos afirman que la explosión de datos se produjo a partir de las redes sociales. Es un hecho que las conexiones y la información que los usuarios envían por las redes sociales son de gran utilidad para las empresas, para estudios sociológicos, de mercado, etc. Sin embargo, no todos los datos salen de las redes sociales. La empresa de comercio electrónico, el supermercado donde se compra, el banco, la operadora telefónica o el buscador de Internet viven a la caza de datos, que se han convertido en la principal herramienta para tomar decisiones en ciertos negocios en particular. Los datos predicen huracanes, recomiendan aplicaciones farmacológicas, nos ofrecen la música o la lectura que podemos escuchar, dónde exportar los productos de la empresa o, como analizamos este mes en el tema de portada de Agenda de la Empresa dedicado a la Tecnología y al Deporte, cómo se puede sacar mejor partido al rendimiento del cuerpo del atleta.

Llevando al extremo la importancia de los datos para la toma de decisiones, Yuval Noah Harari en su último libro ‘Homo Deus’, llega a decir que “un organismo vivo es un algoritmo y nada impide que este persista indefinidamente. Ni siquiera hace falta ya comprender la realidad que todos son datos”. No comparto este pensamiento, prefiero pensar que somos algo más que algoritmos. Los datos y la analítica son condición importante pero no suficiente para optimizar la toma de decisiones. También es imprescindible conjugar la razón con los sentimientos que, en definitiva, es esa peculiar intuición genuina de los líderes y visionarios. De esas personas que no esperan al futuro y que lo construyen con cada paso que dan y decisión que toman.

Manuel Bellido @mbellido

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