Que la TV deseduca, no permite reflexionar y presenta una realidad deformada, lo dicen ya muchos ciudadanos. Ese instrumento potentísimo de comunicación de masas como es la TV puede transmitir mensajes que tiendan a mejorar el espíritu y la cultura de las personas o pueden empobrecer el ánimo y la inteligencia de la gente. Ayer mi secretaria me preguntaba si el problema eran los contenidos o la falta de reglas y yo le respondía que las normas, por importante que sean, no garantizan que la TV sea mejor.

El poder económico, y a veces también el político, condicionan las parrillas televisivas. ¿Qué pasará ahora en España con las fusiones televisivas? Recordemos que ante las crecientes presiones contra el monopolio público, la liberalización de la televisión en España, que se produjo en 1989 por la concesión de tres licencias a canales privados, fue todo un éxito y un acierto.

Ahora parece que damos un paso atrás, ya que tendremos dos televisiones en vez de cuatro: Prisa-Mediaset, es decir Cuatro y Tele 5 y por otra parte Planeta-Mediapro, es decir, Antena 3 y la Sexta, con toda la pinta de ser un nuevo oligopolio informativo, publicitario y de derechos de retrasmisión de los dos nuevos grandes grupos. ¿Libertad televisiva? ¿Diversidad editorial? Esperemos que no pase como en tiempos de Franco, donde había dos canales de TV (VHF y UHF) y una sola línea editorial y programática.

La tercera pata televisiva será la cadena pública, no dirigidas por los amigos del Gobierno sino por el propio Gobierno. Las restantes TV son tan modestas que se asfixiarán antes o después por su corta participación en la tarta publicitaria.

Qué difícil parece en estos tiempos volver a abrir una nueva reflexión sobre la función televisiva, sobre su vocación de servicio público, sobre la independencia informativa que debe caracterizar a todo Medio de Comunicación.

Lo cierto es que más allá de los capitales, de los consejos de administración y de las presiones de los gobiernos, el periodismo televisivo será valorado por esa parte de la sociedad preparada intelectualmente en la medida que los periodistas que trabajan en esas redacciones tengan un gran sentido de autonomía profesional.

Una independencia que se vive como condición indispensable para continuar en la brecha vocacional donde, cada día, hay que medirse con la verdad y más allá de errores y contradicciones, seguir buscándola en cada noticia, en cada fuente, en cada información.

La verdad y la independencia son la sustancia de esa autonomía periodística. Esperemos que con el nuevo panorama televisivo en España la pluralidad, a partir de ahora, no arriesgue de ser sólo un espejismo.

Manuel Bellido
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por @mbellido

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