Un año más, en días como estos, radio, prensa y TV ocupan muchos espacios para hablar de la vuelta de vacaciones. Los especialistas ofrecen infinidad de consejos sobre cómo enfrentarse a este, para algunos, “momento difícil” y   sugieren formas de llevar con distracción o resignación el estado de ansiedad que en teoría se produce volviendo a la rutina.  Sin embargo, y le sucede a muchos, estos consejos crean nuevos problemas, en lugar de resolver la supuesta  “crisis o depresión post-vacacional”.

El motivo es bien sencillo: el mensaje de este bombardeo mediático lleva implícito que reincorporarse a la vida de todos los días después de las vacaciones es doloroso y así,  en realidad,  es fácil entrar en el círculo vicioso y se asume que es normal deprimirse después de las vacaciones. Los padres que pretenden que el hijo se prepare para volver al colegio, convenciéndolo de que, desde ese momento, tiene que ser menos caprichoso y más responsable; el jefe que se lamenta con sus trabajadores de que se distraen y se concentran poco porque todavía están pensando en las vacaciones, en realidad les están trasmitiendo, aunque inconscientemente, que la vuelta al colegio o al trabajo es un momento triste, duro, como lo es el lunes por la mañana. «Sin querer», como dicen los niños, se ahonda en la convicción de que el trabajo y el estudio son un peso y un sufrimiento. Una psicóloga en la que confío mucho por su preparación profesional y por sus dosis de sensatez y sentido común, me comentaba hace poco que ella aconseja a sus pacientes que focalicen los momentos más hermosos, aunque breves, vividos durante las vacaciones para conseguir que sigan vivos dentro de ellos. Esos momentos como muchos otros están grabados en la memoria de cada uno y recuperándolos a la conciencia pueden ayudar a despertar el sentido de bienestar asociado a ellos y enriquecer el momento presente. Repetir este ejercicio hace que momentos alegres, serenos o interesantes de las pasadas vacaciones o de otro tiempo más atrás permanezcan vitales. Sirven, también, como punto de referencia para recargarse en otras situaciones futuras, estemos o no de vacaciones.

A algún amigo he escuchado decir recientemente que nadie necesita más unas vacaciones que el que acaba de tenerlas. Con frases de este tipo se da por hecho que lo de las depresiones post-vacacionales es una cuestión ineludible. Probablemente la disposición que se tenga al afrontar unas vacaciones es lo que hará que al término de ellas no volvamos deprimidos. Creo que la prioridad es buscar serenidad y descanso en uno mismo. Si esta premisa no se da, es inútil buscarlo en otra parte. Quizás a muchos la depresión post-vacacional les dura los doce  meses del año, porque viven el trabajo, el estudio o la rutina diaria como una tortura. De ser así, el problema es más profundo y tendría que afrontarse con la ayuda de un profesional.

Si se tiene la suerte de trabajar en algo que apasiona, las cosas son más fáciles. Aunque el cansancio físico y la saturación mental se asomen y haya que aprender a desconectar, gozaremos de muchas más horas al día de satisfacción. Cuando lleguen los buenos momentos de ocio volveremos a recargar las pilas y, como decía Sócrates, los ratos de ocio son la mejor de las adquisiciones. Basta cuidar de no deprimirse después.

por @mbellido

La web del periodista Manuel Bellido Bello con opiniones, artículos y entrevistas publicados desde 1996. Manuel Bellido https://en.gravatar.com/verify/add-identity/09e264a7e3/manuelbellido% 40manuelbellido.com