La asesinaron, en un vil ataque kamikaze, tenía 54 años y era líder de la oposición en Pakistán. Benazir había sido dos veces primer ministro en su país, volvió el 18 de octubre del año pasado, después de haber vivido ocho años en el exilio. En aquella ocasión ya hubo otro atentado del que salió ella ilesa, pero murieron 140 personas. Esta vez no ha sido así, ni para ella ni para las otras 16 personas que cayeron a causa de la explosión. Vidas que se podrían haber salvado si el terrorista, después de haber disparado sobre ella, no hubiera decidido hacer explotar las bombas que llevaba encima y aumentar así el número de muertos entre los partidarios de la líder pakistaní. Benazir ha muerto siguiendo el destino de su padre. Una tremenda perdida para Pakistán y para la democracia en el mundo. Otra victima del terrorismo con el que – y esta es una prueba más, por si hacía falta – no se puede dialogar. Me pregunto cómo es posible que haya gente que crea todavía que se puede hablar pacíficamente con quien responde a la diversidad de ideas a golpe de pistola o de bomba. Dialogar con asesinos es delirantemente quimérico.

Este uso calculado de la violencia o de la amenaza de la violencia, el inculcar el miedo intimidando a gobiernos o a sociedades en la búsqueda de metas que, probablemente quien actúa así no sabe encontrar a través de la democracia, es el peor suplicio que puede padecer un pueblo.

La sociedad española sabe demasiado de este flagelo cuyo macabro protagonista, con sus constantes atentados, secuestros, asesinatos y coacciones, ha teñido de sangre y de dolor nuestro suelo. Hoy, la mayoría de los españoles no quieren ni venganza, ni revancha, sólo quiere justicia y derrotar a esta banda de asesinos con las armas del estado de derecho y, por supuesto, no entienden que un gobernante se siente en la misma mesa con estos exacerbados fanáticos, cediendo a sus chantajes y pretensiones. Ellos no tienen nada que perder: hemos comprobado que con o sin diálogo siguen extorsionando y amenazando. Nosotros lo podemos perder todo: esperanza, dignidad y justicia.

No estaría mal que el nuevo año nos trajera en algún momento la noticia de la decisión del Gobierno de retirar la resolución parlamentaria que le permite negociar con los asesinos, que aprobó en mayo de 2005 y que tan pocos frutos ha dado; que se volviera al pacto antiterrorista y que se echaran de las instituciones a aquellos individuos que no condenan la violencia. Una amiga, concejal en el país vasco, me recordó el otro día algo que dijo hace muchos años Amado Nervo: “Hay algo tan necesario como el pan de cada día, y es la paz de cada día; la paz sin la cual el mismo pan es amargo.”

Cuanto me gustaría que el pan de mi amiga y el de muchos otros vascos de buena voluntad supiera muy pronto solo a pan.

por @mbellido

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