Ayer comentaba a una señora del barrio con la que coincido de vez en cuando en el quiosco de prensa,  mi sorpresa de encontrar un viejo film que había visto en mi adolescencia y que un periódico regalaba en promoción. La señora me interpela: ¿Es una película que hace llorar? La miro con sorpresa mientras intento averiguar qué clase de pregunta me está haciendo. “Porque si hace llorar -me dice- me la llevo, tengo necesidad de emociones”.  Desafortunadamente para la señora la película no hacia llorar, era una comedia, que hacia sonreír más de una vez y en algún momento provocaba risa. La señora de lágrima necesitada y fácil, evidentemente, no compró ese periódico y se llevó la promoción del DVD. No habría encontrado lo que creía necesitar. No es la primera vez que escucho a alguien expresar el deseo de ver una película con final feliz y tierno, que le desate emociones fuertes,  capaces de estrujar  la esponjita de las lágrimas. Con este cuadro me hago una idea, aunque vaga, de que necesitan ciertos estratos de la sociedad: probar una cierta implicación emocional que finalice en llanto.

Creo, cuando pienso en esos programas del corazón,  reality shows o  programas de “telerrealidad” que mucha gente prueba un deseo irrefrenable de vivir tragedias ajenas desde el cómodo sofá de telespectador. Se obsesiona por no perderse  cierta programación televisiva. La pantalla les sirve en bandeja el  macabro espectáculo del dolor ajeno sin implicarse demasiado, para  absorber  la justa dosis de pathos que proporcionan los conflictos, desdichas y tragedias que muestran sin pudor algunos aspirantes a “famosillos” en algunas televisiones. ¡Como si esta fuera la única forma de sentirse vivo! ¡Como si no bastara la cruda realidad que diariamente atenaza al planeta con conflictos bélicos, atentados terroristas, hambre, tragedias naturales… y sin ir más lejos los dramas que muchos parados y pobres a nuestro alrededor están viviendo. La única diferencia es que el dolor de los  reality shows permite irse a la cama tranquilos, porque al fin y al cabo el drama es virtual. El dolor real de la gente que sufre por enfermedad, miseria, guerra, epidemia o exilio, nos enfrenta a nuestra conciencia y exige una respuesta, una postura y un compromiso. Una noble sensibilidad humana que escasea en estos tiempos en nuestra sociedad.

 

 

por @mbellido

La web del periodista Manuel Bellido Bello con opiniones, artículos y entrevistas publicados desde 1996. Manuel Bellido https://en.gravatar.com/verify/add-identity/09e264a7e3/manuelbellido% 40manuelbellido.com