Fueron aquéllas unas vacaciones de desplazamientos y descubrimientos. Las de 1979, las pasé viajando y, con espíritu valeroso, había decidido aficionarme a la lectura. Por eso fue también el verano de los libros. Había cargado la maleta con una docena de títulos que me hicieron compañía durante los trayectos en tren. Una tarde, sentado en una terraza en Civitanuova Marche, en el Mar Adriático, sofocado por una temperatura que rozaba los 38 grados y esperando un helado de tiramisú, que no llegaba nunca, cogí un libro de Alberto Moravia entre mis manos: Il conformista. El ‘héroe’ de nuestros tiempos, según el escritor romano, es el hombre que quiere confundirse entre la gente, ser igual a todos. Sin embargo, desde siempre, entrar a formar parte de una sociedad comporta un precio muy alto que pagar, sobre todo en términos de libertad personal. Puede parecer insólito, sin embargo, aquella historia de una luna de miel en París y de un delito de Estado fue para mí una luz transformadora, pequeña pero intensa, que me ayudó a focalizar muchas cosas en mi vida. En aquella tarde de verano, esperando un helado de tiramisú, que al final no terminé de comerme porque preferí devorar las páginas de aquel libro, entendí algo más de la existencia humana y me juré a mi mismo que haría cuanto pudiese, lucharía lo que hiciera falta para no terminar siendo, como el personaje del libro, un vulgar conformista. Al pasar la última página sentí una sensación de equilibrio, lucidez y sosiego que no olvidaré nunca. Comprendí que el encuentro con un buen libro es como el encuentro con una mujer extraordinaria o con un hombre extraordinario, algo que puede cambiarte la vida. Las palabras escritas pueden ser una chispa que alumbre nuestro interior y nos procure la fuerza para un cambio de actitud en nuestra existencia.

Desde aquel verano del 79, mi maleta para las vacaciones va siempre cargada de libros. Durante el año, prefiero la lectura a la televisión y encuentro siempre tiempo para reforzar las alforjas mentales, pero este verano, aparte de disfrutar de algún viaje exótico y de abundante naturaleza, me vuelvo a prometer un copioso banquete de buenas páginas y suculentas palabras. La lectura será, una vez más, mi sublime distracción estival.

¡Felices y merecidas vacaciones a todos!.

por @mbellido

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