Hoy alguien comentaba en la redacción que pasando delante de los bares de la ciudad por la noche, no se diría que estamos atravesando una crisis tan dura. Relataba su recorrido cada noche desde el trabajo a su casa y describía los bares llenos hasta “la bandera” dentro y fuera. Un escenario de  mesitas todas ocupadas, repletas de raciones y tapas  y gente de pie en los alrededores bebiendo cerveza. Esta persona me decía: “si no fuera porque las noticias hablan constantemente de la crisis y conozco casos concretos de gente que está sin trabajo, pasándolo mal, diría que lo de la crisis es una trola” Una redactora a mi lado, sugirió delicadamente: “quizás falta sobriedad en la actitud de los que siguen manteniendo su tenor de vida” No me pareció  descaminado su comentario.  Mesura, ponderación y discreción son a menudo carentes  en quien no consigue visualizar el entorno con mirada solidaria. Nuestra sociedad ha padecido en los años anteriores a la crisis de insuficiencia de sobriedad, en todo y no solo en cuanto a los estilos de vida. No solamente se ha vivido por encima de las posibilidades, incluso gastando lo que no se tenía, se ha vivido para «tener», derrochar, malgastar y desperdiciar.  Creo que no se trata solo de vivir una cierta austeridad obligada por la crisis en curso sino de una elección de valores relativos a la solidaridad con la pobreza que nos circunda.  Unas dosis de  ética no le vendría mal a la sociedad. Un mundo sin alma genera un mundo individualista y egoísta.  En una sociedad insolidaria los que peor lo pasan son los débiles. Permitirme que meta en este grupo frágil también a los jóvenes,  precisamente porque se les priva de modelos creíbles a los que seguir.

por @mbellido

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