Este verano he vuelto a Estados Unidos. Es un país al que estimo mucho, y una vez más he vuelto enriquecido. La nación más poderosa del mundo sigue siendo un ejemplo de vitalidad, de desarrollo y de democracia. Es visible la conciencia que tienen los que allí viven de sus responsabilidades como ciudadanos, de sus deberes y sus derechos. Es evidente que también tienen problemas, pero es envidiable la lealtad y la disciplina con la que construyen día a día su sistema democrático, una democracia que en numerosas ocasiones se ha visto amenazada y que, sin embargo, siempre han sabido defender de una manera congruente. Legislaciones, medidas, reglas y, sobre todo, educación en los valores democráticos, respeto a la Constitución, a las instituciones que de ella derivan y a sus símbolos hacen que la unidad de esta nación viva intacta y sea sólida como una roca. Es inevitable estando allí no mirar con tristeza a situaciones de corrupción, paro, pobreza, subdesarrollo, ignorancia y desinformación que parecen caracterizar el modelo de vida de nuestra tierra. Alguna razón habrá. Hombres y mujeres de carne y hueso construyen día a día Estados Unidos. Hombres y mujeres de carne y hueso construyen día a día nuestra nación, nuestra comunidad autónoma. El resultado es distinto. Algo en nuestro sistema no funciona, algo en el modo de concebir la democracia, algo en el modo de concebir la relación ciudadano-estado. Aquí, muchos esperan y viven de la subvención para poner en marcha cualquier proyecto. Allí, la fuerza de voluntad, el esfuerzo y la constancia es lo que saca adelante a las empresas. Un pequeño ejemplo. En Nueva York conocí estos días a un emprendedor proveniente de Méjico. Hace dos años llegó a Estados Unidos y comenzó con un carrito, vendiendo perritos calientes en las calles. Hoy ya tiene tres restaurantes de comida mejicana. Puede que sea nuestra mentalidad la que falle, puede que sea falta de ambición o puede que la política que se practica desde el gobierno autonómico o nacional no sea la más adecuada. Es comprensible que la mayor parte de los europeos deseen, después de la crisis financiera de 2008, más socialismo, pero es también verdad que por el reparto de escaños en el Parlamento Europeo y en casi todos los estados europeos la gente parece no fiarse de los socialistas. En la UE, en estos momentos, los socialistas tienen sólo 184 escaños, habiendo perdido 32 con respecto a las anteriores elecciones. En Gran Bretaña están perdiendo todas las elecciones y lo más probable es que Gordon Brown pierda las próximas.
En Alemania no gobiernan y han perdido las últimas regionales. En Francia no gobiernan y siguen inmersos en multitud de problemas de partido. En Italia no gobiernan y por muchos ataques personales que hagan a la vida privada de Berlusconi, el Partido Democrático no consigue mantener la unidad y liderar un cambio. En España no levantamos cabeza y nos hemos convertido en el país con más paro, el que peor lleva la crisis en Europa. Está claro que aquí, en la actualidad, existen dos tipos de ciudadanos, los que prefieren seguir bajo el gran proteccionismo de «papá -Estado»: ayudas, subvenciones, prestaciones por desempleos, despliegue de políticas sociales sin un compromiso auténtico de desarrollo y trabajo personal para el futuro, etc., y los que ya van prefiriendo entregar lo antes posible la responsabilidad de suministrar la medicina de nuestra enfermedad económica a los conservadores. Se trata tan sólo de una observación, no de un pronóstico. Lo cierto es que hay que remangar mangas y ponerse a trabajar, en serio, con capacidad de asumir riesgos personales, como ya hacen muchos que quieren contribuir a un verdadero desarrollo de Andalucía. Me sigue gustando como lo hacen los ciudadanos de Estados Unidos.
Manuel Bellido