En tiempos de elecciones es habitual que en el menú mediático comamos esa ensalada ideológica que nos pinta el desarrollo de Andalucía como un proceso rectilíneo, casi automático, donde la economía marcha segura e imparable hacia una especie de perfección indefinida. Este ingenuo optimismo mecanicista que nos venden habitualmente algunos políticos se enfrenta a la fundada inquietud que los empresarios, actores del día a día de nuestra economía, sienten por el destino de nuestra región.

La realidad es que la debilidad de la economía andaluza sigue siendo patente por más que queramos negarlo y maquillemos una y otra vez, desde la conveniencia, indicadores y análisis de coyuntura o estructurales.

En nuestro escenario sigue reinando sin demasiado control una elevada tasa de paro, netamente superior a la media europea, y la de empleo, inferior a esta media, con un mercado laboral que parece bloqueado, que no evoluciona, con rigideces a la movilidad espacial u ocupacional y que no muestra signos de modernización porque no se quieren fomentar los contratos a tiempo parcial y no se promueve suficientemente el empleo entre las mujeres. Con el agravante de una baja tasa de actividad y escasa productividad.

Si metemos en esta coctelera el alto diferencial de inflación respecto a nuestros socios europeos, el deterioro de la demanda doméstica y del consumo privado, menos inversiones y una coyuntura económica de deceleración obtendremos, sin lugar a duda, un clima inestable que no ayuda a la creación de riqueza y empleo en una economía de mercado.

Mientras tanto el desarrollo tecnológico como una espada afilada está atravesando la sociedad avanzada a una velocidad imparable y está organizando el mundo de tal manera que reparte facilidades a quien tiene medios y adversidades a quien no los tiene.

La tecnología conduce las empresas líderes y vertebra el mundo económico que tiene su sistema nervioso forjado en la computación. Esta tecnología, que tanto nos falta en Andalucía en los entresijos de la actividad productiva y en la vida social, tiene que ser impulsada desde la Administración pública no sólo propagandísticamente sino ofreciendo medios, facilidades y eliminando trabas.

Bienvenidos sean los cambios vengan de donde vengan; no nos vayamos a equivocar proclamándonos progresistas mientras permanecemos en realidad defendiendo lo existente o el pasado. En esta civilización del consumo, no sólo un “artefacto” usado y más tarde superado por otro es descartado, desechado, hecho basura y sustituido, también el poder político puede terminar igual. Por ello, cabe incidir en la necesidad técnica de eliminar las rigideces y los costes innecesarios que sufre nuestro mercado laboral y que, lejos de beneficiar al trabajador, le perjudican, produciendo los datos y evidencias que observamos: elevada tasa de paro, durabilidad prolongada del desempleo, asimetrías de diverso tipo en la composición del empleo y del paro, temporalidad de los contratos, baja tasa de actividad y escasa productividad y rigideces a la movilidad espacial u ocupacional.

por @mbellido

La web del periodista Manuel Bellido Bello con opiniones, artículos y entrevistas publicados desde 1996. Manuel Bellido https://en.gravatar.com/verify/add-identity/09e264a7e3/manuelbellido% 40manuelbellido.com