La visión ciega y exposición pública de aquello que enorgullece por la propia ideología es a menudo devastadora cuando en la realidad está llena de contradicciones. Un ejemplo: la imagen de ciertos políticos exponiendo sus razones en los minutos de gloria de un telediario o en los 140 caracteres de un Twitter. Señores que parecían muy serios y convincentes ayer, hoy en ocasiones, parecen personajes ridículos del Guiñol. Con sus gestos parecen vendedores de alfombras orientales, que hablan y hablan, repitiendo siempre la misma mentira.
Lo que más les ridiculiza a algunos son sus frases demagógicas, dichas con parsimonia artificial y voz engolada. Se les nota que no están convencidos de lo que dicen, porque mienten o porque el discurso aprendido a memoria es insensato. A mi no me divierten, me dan pena, sobre todo esos que intentan halagar a las clases trabajadoras y obreras, solidarizarse con los parados y demonizar a los empresarios. ¡Tendrán poca vergüenza! Es verdad que en la filas de la izquierda de la izquierda falta en algunos conocimiento y formación, pero más que eso falta modestia y, al final, terminan resultando dañinos en su soberbia sabelotodo. Lo malo es que cuando les toca gobernar ni siquiera eso, se dedican a cambiar el color de las nubes.
En la oposición se dedican a pavimentar su propio camino de salvadores del pueblo enarbolando una bandera de solidaridad que dicen, inventaron ellos, y ellos son los únicos que la practican.
Lo de la reforma Laboral no tiene desperdicio. Resulta que algunos nos quieren hacer creer que se ha hecho para despedir a la gente. O son memos o se lo hacen. También dicen que ésta debería organizarla y negociarla sindicatos y organizaciones empresariales. ¿Dónde está escrito que tenga que ser así para garantizar su éxito? Es el Estado, a través de un gobierno, al que atañe reajustar el mercado laboral, no de acuerdo con las patronales y con los sindicatos, sino asumiendo sus responsabilidad y pensando exclusivamente en el interés de los españoles y de España. Quién se asume la responsabilidad legislativa delante de la ciudadanía son los gobiernos, los cuales son castigados o premiados en las urnas por sus aciertos o errores. Lo que puedan cocinar patronal y sindicatos nos le pasará factura nunca, porque no son elegidos por el pueblo. ¿Os habéis preguntado alguna vez cuantos de esos cinco millones de parados están afiliados a los sindicados o cuantas de esas miles de empresas que han cerrado en estos años de crisis están afiliadas a la Patronal?
Políticamente incorrecta, quizás inconveniente y ajena a los lugares comunes es mi opinión, aunque de buena tinta se que muchos la comparten. No renuncio a cierta esperanza y espero que la sensatez vuelva a ciertas cabezas apasionadas y exaltadas que creen que a golpe de huelga política y manifestación en la calle se sale de la crisis. La mayor parte de la gente, incluidos los parados y las empresas en riesgo de cierre, entienden que las medidas que se están tomando, por duras que sean, son necesarias. También entienden que son pataleos de perdidas de poder la cuitas de algunos grupos con el gobierno. Mal camino llevan algunos, que se van a quedar más solos que la una.