Mucha gente se encuentra hoy enfrentada a un dilema de elección vital. Es una especie de angustiosa opción entre lo racional y lo irracional a la que se están enfrentando por los cambios tan rápidos que se están produciendo en la sociedad y por la coyuntura histórica confusa que atravesamos. El dolor, la precariedad económica, la falta de trabajo, la ambigüedad de las ideologías, las contradicciones de los partidos políticos, la falta de claridad en los sindicatos, están creando conflictos interiores que hacen percibir la sociedad como inhumana y sin horizontes esperanzadores. La gente se pinta de inconformista, de pasota, de violento o de alienado. Todos unidos por un sufrimiento común, pero con insoslayables diferencias en el modo de reaccionar. Cada cual da su versión de los acontecimientos con eslóganes según la simpatía política, pero sin lograr profundizar o aportar una sola razón desde su corazón, desde su cabeza, o desde una subjetividad total.
Los pensamientos y las razones más íntimas no afloran casi nunca. Ni siquiera los violentos saben porque lo son.
El ciudadano de a pie, mira y calla ante desmanes y malaventuras azuzadas por políticos manipuladores y no opina o deja que los titulares de la prensa opinen por él. Probablemente para muchos es difícil albergar la débil esperanza de que otra persona llegue a entender o quizás por el miedo a desnudarse y ser uno mismo. El deseo de agradar, de justificarse, de ser considerado, de no ser rechazado, de dejar de ser querido, de ser señalado, de ser diferente es una actitud que está a la orden del día en nuestra sociedad. Situaciones que dejan en las personas cargas de culpabilidad, temor o remordimiento y producen angustia e infelicidad.
El no mojarse conduce por una vía neurótica, por una ruta viciada, repleta de miedos: miedo a equivocarse, a sufrir daños, al fracaso, a perder el trabajo o el estatus en nuestro circulo, al ridículo o a la impopularidad. El retrato de nuestros días no puede ser más malcarado en una serie de constantes que se reiteran: unos como un río crecido que arrastra una rama, se dedican a alterar la paz de las calles, otros miran y callan, otros opinan de forma maliciosa y poco honesta para conseguir el fin determinado de atacar al que no piensa igual. ¿Podremos esperar el renacimiento de una sociedad civil que recupere protagonismo y tenga una voz pacifica capaz de ser oída por quienes pretenden en política dirigir los destinos de los pueblos? Hay que recuperar esa voz, antes que esta vía viciada nos conduzca a más calamidad y ruina.

por @mbellido

La web del periodista Manuel Bellido Bello con opiniones, artículos y entrevistas publicados desde 1996. Manuel Bellido https://en.gravatar.com/verify/add-identity/09e264a7e3/manuelbellido% 40manuelbellido.com