Me escribía recientemente un lector de Almería con la intención de reprenderme por la poca cobertura que estabamos dando a temas ecológicos y entre otras cosas me decía: “… desde hace meses los telediarios de todas las cadenas abren sus sumarios con imágenes de vacas, ovejas y cerdos; ahora le tocará al pescado. Esas imágenes de repertorio, siempre las mismas, están destinadas a cubrir informaciones sobre el mal de las vacas locas, la fiebre aftosa y esa lista de desgracias que viene padeciendo últimamente la ganadería europea. Curiosamente nunca nos hablan de esos otros peligros que acechan a la salud de las personas y que cohabitan en nuestras casas y en nuestras calles; me refiero a las ondas electromagnéticas producidas por los teléfonos móviles, ordenadores, secadores de pelo, frigoríficos, televisores, selva de antenas de todo tipo, repetidores de radio y televisión, etc.”
Agradezco a nuestro lector su carta aunque aquí no la reproduzca en su totalidad y comparto su preocupación por esos peligros que amenazan nuestra salud, si bien reconozco la extrema utilidad del elenco de aparatos que mencionaba. Ni la ecología ni la salud son esferas separadas de nuestra existencia y de nuestro bienestar y entiendo también que la transformación que viene ejerciendo en algunos casos la industria sobre el medio ambiente para poder abrir caminos al desarrollo económico no sólo afecta negativamente a la salud del entorno sino también a la de las personas.
El edificio ideal del bienestar humano es un proyecto teóricamente ambicioso y lleno de contradicciones, que se va construyendo con no pocas dificultades, muy lentamente y sufriendo percances y desperfectos que pagamos a costes muy altos.
Las mismas políticas desarrolladas en los últimos años desde los poderes públicos centradas en corregir defectos derivados de la contaminación que la inconsciencia industrial y la falta de controles han producido, no han sido suficientes para evitar todas las barbaridades que se vienen cometiendo. (Recordemos Aznalcóllar).
En otros casos es escandaloso que se aprueben ciertos proyectos urbanísticos irracionales que están destruyendo zonas muy características de nuestras costas. Tampoco se entiende por qué se mira hacia otro lado y no se estudian suficientemente los peligros que para las personas suponen hechos como los que comentaba nuestro lector de Almería y otros de más de andar por casa pero no menos dañinos.
Si nos comparamos con el resto de la Europa avanzada constatamos que aquí escasea legislación apropiada, falta control riguroso y son insuficientes las empresas dedicadas al medio ambiente. No será por carencia de conciencia ciudadana que cada vez más ensalza la preservación de la naturaleza como valor indiscutible.
Hasta el ecoturismo está en fase de crecimiento y los vocablos medio ambiente y ecología forman parte decisiva del vocabulario del sector turístico actual, tan importante económicamente para nosotros.
Por tanto nos movemos en terrenos contradictorios cuando la regla de la mayoría pasa por la sostenibilidad y el uso racional de los recursos naturales pero el ansia devoradora de la especulación urbanística, a veces teledirigida desde muchos ayuntamientos, termina imponiéndose a toda costa y masificando horrorosamente lo que antes era hermoso y benéfico. En términos políticos seguiremos encontrando de una parte los discursos de las sensibilidades ecológicas y de otra el ejercicio del desarrollo a cualquier precio.
Se entiende que salgan a la palestra todos los demonios de la polémica cuando desde la Junta se anuncie la posible implantación de un impuesto de preservación ambiental, en línea con la ecotasa que en plena Semana Santa aprobó el Gobierno Balear. Hay quien dice que el impuesto afectará a la creación de riqueza y empleo y quien tiene claro que el impuesto es el modo de que finalmente pague el que contamine.
Lo que no cabe duda es que sería bueno que la Administración andaluza legislase más en cuestiones medioambientales, sea para preservar nuestro soberbio entorno, sea para permitir e incentivar el nacimiento de nuevas empresas especializadas en el sector medioambiental como se están impulsando ya en el resto de Europa; Sería también deseable que no olvidasen dar más peso en los presupuestos al medio ambiente, potenciando al mismo tiempo las energías renovables. Andalucía lleva ventaja sobre el resto de Europa, por sus condiciones naturales de superficie, sol, desniveles hidráulicos y potencial eólico. El medio ambiente es sin duda un negocio de futuro, como todo lo relacionado con la salud. La economía del bienestar y del medioambiente ofrece un sin fin de recursos que están aún por descubrir. No nos cansaremos nunca de decirlo: Andalucía necesita más empresas. También en este sector.