Siempre me hizo reflexionar ese pasaje del Evangelio, el de la unción en Betania, con ese gesto feliz y gratuito de María, la hermana de Lázaro, la más apasionada de las hermanas, todo corazón, sensible, consciente de que en su vida no caben medias tintas, sino entrega sin condiciones. Judas Iscariote protesta diciendo: ¿Por qué no se ha vendido ese perfume por trescientos denarios y se ha dado a los pobres? El texto del Evangelio de San Juan sitúa, como he dicho antes, el hecho en casa de Marta y María y dice así: “Seis días antes de la Pascua fue Jesús a Betania, donde vivía Lázaro, a quien había resucitado. Allí hicieron una cena en honor de Jesús. Marta servía, y Lázaro era uno de los que estaban a la mesa comiendo con él. María trajo unos trescientos gramos de perfume de nardo puro, muy caro, y perfumó los pies de Jesús, y luego los secó con sus cabellos. Toda la casa se llenó del aroma del perfume. […]” (Juan: 12: 1-8) Judas con su actitud se está oponiendo hipócritamente y artificialmente a la misericordia, y encima lo hace en nombre del amor en una especie de pereza espiritual que llega a rechazar el gozo venido de Dios, porque le molesta lo que cada uno pueda hacer con su conciencia. Judas, esclavo de su legalismo, no puede amar. Judas probablemente no conocía el valor de la amistad. Jesús es amigo de esa familia y lo revela en un cuadro el pintor del Renacimiento Italiano Tintoretto. Un cuadro que he tenido ocasión de ver en el Alte Pinakothec de Múnich en Alemania. En el cuadro destacan las tres figuras, monumentales, relacionándose entre sí dando a entender esa amistad. María se sitúa junto a Cristo, escucha sus palabras mientras Marta recrimina su actitud de no ayudar en las tareas de casa con un severo gesto, dirigiendo el dedo a su hermana. Me atrae la postura de ese Cristo que, aún siendo Dios, no ha venido a destruir lo humano, sino a ennoblecerlo, asumiendo nuestra naturaleza humana. Tintoretto refleja esa amistad. Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro y por eso existía esa relación tan sencilla y directa. Escribía Sem Tob en sus Proverbios Morales (siglo XIV) que el amigo «claro, leal y verdadero» es muy difícil de hallar y no se consigue por dinero, como tantas cosas de esta vida. La amistad es la mejor riqueza. También la Sagrada Escritura califica al amigo de tesoro: «Un amigo fiel es poderoso protector; el que lo encuentra halla un tesoro. Nada vale tanto como un amigo fiel; su precio es incalculable. El que teme al Señor es fiel a la amistad, y como él es fiel, así lo será su amigo» (Eccli 6, 14-17). Casi siempre una imagen vale más que mil palabras. El arte me ha vuelto a enriquecer.