Ayer participé en una jornada promovidas por Cruz Roja, enmarcada en el proyecto “Entorno del sur”, con una campaña para favorecer la inserción laboral de las personas inmigrantes en Andalucía. Me habían pedido que hablara de “comunicación y sensibilización” y lo hice con mucho gusto. Mis palabras tuvieron una buena acogida y así me lo hicieron notar. Yo también recogí en esa Jornada una idea muy positiva: “Andalucía, oportunidades para todas las personas”. El mensaje de su campaña engloba la idea principal de forma directa y sencilla, que refuerza el concepto positivo de la frase “todas las personas” sin que nadie pueda sentirse excluido a favor de otras causas o principios morales o solidarios. La imagen gráfica de esta campaña es un mapa de Andalucía que va siendo construido por personas. Una comunidad construida no sólo por personas que ya están, sino por las que llegan de fuera. Aunque en los últimos años, la inmigración ha jugado un papel imprescindible en el desarrollo económico de Occidente la crisis económica de los últimos años ha dado la vuelta a esta situación. El problema no es fácil de afrontar. Mientras algunos países con la expulsión de gitanos, u otros grupos no integrados, intentan limitar el volumen de extranjeros, otras voces apelan a la defensa de los derechos humanos. Mucho me ayudado a centrar el tema lo que la Encíclica “Caritas in veritate” de Benedicto XVI dice a propósito de los inmigrantes. Os propongo esta breve lectura.
“El fenómeno de las migraciones impresiona por sus grandes dimensiones, por los problemas sociales, económicos, políticos, culturales y religiosos que suscita, y por los dramáticos desafíos que plantea a las comunidades nacionales y a la comunidad internacional. Podemos decir que estamos ante un fenómeno social que marca época, que requiere una fuerte y clarividente política de cooperación internacional para afrontarla debidamente. Esta política hay que desarrollarla partiendo de una estrecha colaboración entre los países de procedencia y de destino de los inmigrantes; ha de ir acompañada de adecuadas normativas internacionales capaces de armonizar los diversos ordenamientos legislativos, con vistas a salvaguardar las exigencias y los derechos de las personas y de las familias emigrantes, así como las de las sociedades de destino. Ningún país por sí solo puede hacer capaz de hacer frente a los problemas migratorios actuales. Todos podemos ver el sufrimiento, el disgusto y las aspiraciones que conllevan los flujos migratorios. Como es sabido, es un fenómeno complejo de gestionar, sin embargo, está comprobado que los trabajadores extranjeros, no obstante las dificultades inherentes a su integración, contribuyen de manera significativa con su trabajo al desarrollo económico del país que los acoge, así como a su país de origen a través de las remesas de dinero. Obviamente estos trabajadores no pueden ser considerados como una mercancía o una mera fuerza laboral. Por tanto no deben ser tratados como cualquier otro factor de producción. Todo emigrante es una persona humana que, en cuanto tal, posee derechos fundamentales inalienables que han de de ser respetados por todos y en cualquier situación”