He notado desde hace tiempo que este blog es una buena excusa para fortalecer la amistad y además un pretexto sano para establecer una comunicación que va más allá de contarnos, con muchos de vosotros y con otros que no conozco personalmente, los acontecimientos cotidianos. Se ha convertido en un sitio donde poder debatir sobre temas variadísimos y profundizar, contrastar y crecer. Ir más allá de lo que podamos contarnos de la rutina diaria del trabajo y hablar de cosas excepcionales. Mi inquietud y mi curiosidad “Leonardina” me lleva a sacarle punta a todo lo que veo, escucho, o leo. Un colega me decía ayer agradeciéndome por uno de los últimos textos: “te leo con gusto, es una buena manera de encontrar soluciones personales o compartidas a distintos problemas”. Otra persona me decía: “fíjate, tu blog es una buena manera de incorporar a nuestras conversaciones temas de los cuales antes no hablábamos”. Acepto estos reconocimientos con humildad y como una forma de afirmación positiva de los buenos comportamientos entre amigos, es una manera de seguir creciendo en lo positivo colectivamente, unas veces como emisores otras como receptores.
Anoche no conseguía dormir y me entregué a la lectura de una vida de
Händel. Un hombre de mucho carácter y temperamento fácilmente irritable, aparte de ser un gran genio, un Artista, con la A mayúscula que sufrió durante su edad madura diversos episodios de parálisis que afectaron a varias partes de su cuerpo y sobre todo a su mano derecha. Su férrea voluntad le llevó a curarse una y otra vez y a retomar la composición. En una ocasión, en Aix-la-Chapelle, permaneció muchas horas sumergidos en los baños termales a temperaturas altísimas y esto le proporcionó volver totalmente recuperado y seguir con su prolífica producción. También se cuenta que en abril de 1743, después de haber recibido los libretos para los oratorios «El Mesías» y «Saúl», sufrió un ataque paralítico que le afectó hasta en el lenguaje. Volvió a recuperarse y en julio compuso Dettingen Tedeum. En otro momento perdió la visión del ojo izquierdo mientras estaba enfrascado en el oratorio «Jefta». Su vida fue un rosario de dificultades físicas. Se plasma en su vida la verdad del pensamiento de De Banville: “El dolor es para el alma un alimento fecundo”.
Su música ha hecho que los críticos lo estimen como una de las cumbres del Barroco y uno de los compositores más influyentes de la universal
Barthold Feind. Hamburgo dijo de él: «El incomparable Händel, el Orfeo de nuestro tiempo» Esta mañana, mientras trabajaba, he puesto en el reproductor la obra Agrippina, una ópera en tres actos que el genio compuso sobre un libreto del Cardenal Vincenzo Grimani. La ópera narra la historia de Agripina madre de Nerón, que al parecer estuvo implicada en el complot contra el emperador Claudio para entronizar a su hijo. No he podido resistir al término de mi audición y he buscado más información sobre su historia. Efectivamente en el año 28 d.C., con tan sólo 13 años, esta mujer, Agripina, se casó por primera vez con el cónsul romano Ahenobarbo quien en un determinado momento dijo de su futuro hijo que «de la unión de Agripina y yo sólo puede salir un monstruo.» Y de la unión nació Lucio Domicio Ahenobarbo, conocido como Nerón. Me encanta acercarme al Arte sabiendo que puedo aprender casi de todo, escuchando en forma activa. Las obras de estos grandes artistas me enseñan y crean las condiciones para que pueda crecer en muchas direcciones. Hoy ha sido Händel, y comprendo que otros grandes artistas lo hayan ensalzado tan brillantemente, como Beethoven que llegó a decir: «Händel es el compositor más grande que ha existido jamás, me descubro ante él y me arrodillaría ante su tumba.» O Mozart: « Händel entiende el efecto mejor que todos nosotros, cuando quiere golpea como un rayo», o Haydn: «Él es el maestro de todos nosotros». Os recomiendo escucharlo. Aquí va un aperitivo.
En la foto: Agrippina by George Frideric Handel
Chicago Opera Theatre
Directed by Lillian Groag • Set Design by Michael Ganio • Lighting Design by Robert Wiertzel
Georg Frideric Handel – Agrippina – «La mia sorte», «Il tuo figlio», «Sperero, poi che mel»