A veces, mientras escribo un artículo, me doy cuenta de que tengo tantas cosas que expresar que las frases, las palabras que escojo non dan de sí lo que yo quiero, el texto en general se resiste y no quiere comprometerse con ningún pensamiento. El pensamiento se disfraza de otras formas y yo no me quedo tranquilo, porque creo no haber manifestado con claridad lo que llevo dentro de mí. Cuando pongo el punto final, entre la decepción de no haber dicho todo lo que quería y como quería, me queda la esperanza de que, entre líneas, el lector pesque algo tan profundo que ni yo mismo adivine qué es. A veces recibo una carta o un mail y alguien me comenta el artículo expresándome ideas y conclusiones que yo no había previsto. Entonces me siento como un chamán o un médium, alguien que dice algo que puede significar un poco más de lo que se ve.
Todo se puede escribir de muchos modos, de todo se puede escribir en mil maneras. El ruido exterior y, a veces también el interior, intentan atolondrar y transformar el pensamiento y en esa lucha nos jugamos el contenido de nuestros folios. En los bolsillos del espíritu creador las palabras y las frases se amontonan, unas pocas archivadas por fechas, otras desordenadamente colocadas por los sentimientos. Yo tengo predilección por aquellas que me hacen soñar o con las que puedo hacer soñar a alguien. En alguna curva del planeta alguien dejará que esa lluvia de palabras lo moje o lo empape para que en el tronco de su alma nuevas hojillas verdes alienten la vida.
Escribir es percibir en una agrupación luminosa un pensamiento y transformarlo en palabras. Escribir es un acto sagrado, espiritual, un movimiento vertiginoso de poder y de belleza. Escribir como pintar es vibración y ritmo, es extender la conciencia iluminada que, convertida en pararrayos, transforma y regala energía. Escribir es escuchar el diálogo silencioso del universo dejando que su fuerza se deposite en nuestro plexo solar para que desde ahí se irradie. Un libro, un artículo, un pensamiento es una fogata alrededor de la cual una colectividad se puede congregar con naturalidad. Ese calor procreativo sana, limpia, da placer, serena, inflama, alienta, roba, seduce, otorga bienestar. Poetas, santos, novelistas, artistas con mayúscula desafían la muerte y nos introducen en el jardín de lo trascendente y de lo eterno. La escritura es más que un sistema de representación gráfica de una lengua. La escritura es espíritu, letra a letra.