La corrupción es un fenómeno que casi siempre estuvo presente en la historia de la humanidad; de hecho, encontramos ya infinidad de episodios en la época antigua, en la época romana y a partir de ahí en posteriores estadios de nuestra historia alcanzando niveles cada vez más críticos. Este aumento de casos se debe a la participación de la delincuencia organizada dentro de las instituciones públicas con el desarrollo de conductas criminales en áreas tales como la política, la administración jurídica y la pública.

A nadie se le escapa que la corrupción más escandalosa es precisamente el mal uso que un político hace de su autoridad y de sus derechos y deberes, sea para el beneficio personal o de terceros y por supuesto contraviniendo la ley y los principios morales. Dicho de otra manera, es el comportamiento inmoral de uno o más sujetos en el poder que no responden a sus obligaciones y deberes por una compensación monetaria o de otro tipo.

Ni que decir tiene que el tema tampoco ha dejado de estar al centro del debate filosófico-político a lo largo de la historia reciente, siendo objeto de estudio por parte de la sociología, de la ciencia política y del derecho. Tampoco es necesario añadir que los esfuerzos legislativos para combatirla o las estrategias políticas para eliminarla han logrado reducir esta lacra que aflige a nuestra sociedad.

De esta forma, la corrupción se ha ido presentando en cada época disfrazada de nuevas formas y manifestaciones como si fuera una enfermedad incurable; y ya sabemos que, si un problema se resiste a las soluciones, pasa de ser problema a convertirse en la característica estructural de un partido, de una institución, de un gobierno, de una empresa y, en definitiva, se convierte en el rasgo enfermizo de una sociedad.

El termino corrupción deriva del latín, concretamente del verbo “rumpere”, es decir romper. Por tanto, tenemos que deducir que la corrupción rompe algo. Con la corrupción despedazamos la integridad de una responsabilidad extinguiendo el pacto de confianza que existe entre la sociedad y la institución corrompida. ¿Qué rompe la corrupción además? Pues, concretamente las reglas morales y las leyes administrativas. Los corruptos son personas que aprovechando de su poder abusan de su posición para obtener una serie de indebidas ventajas y beneficios económicos, de posicionamiento y de incremento de poder o mejora de su status.   

Un ejemplo clásico es el nepotismo, es decir, la practica de favorecer a los familiares, amigos, militantes del propio partido promocionándolos o beneficiándolos, aunque no tengan la cualificación, las competencias necesarias o los derechos para tales dadivas.   

¿Pueden los españoles resignarse ante la corrupción? Definitivamente no, sobre todos los españoles honrados que trabajan, pagan sus impuestos y siguen creyendo en la justicia y en el estado de derecho. Atónitos, los españoles contemplan estos días el cuadro bochornoso que está ofreciendo el partido de la supuesta «honradez centenaria» preguntándose al mismo tiempo como es posible que un 26% de la población les seguiría votando, mostrando así una falsa conciencia y una complicidad culpable de tropelías imperdonables. Además, declarando con desparpajo que la izquierda son los buenos y que los malos siempre serán los otros, hagan lo que hagan.

No, no hay que resignarse, aunque no dejo de comprender que cuando los corruptos cuentan con un ejército de periodistas y de televisiones para justificar lo injustificable y con un puñado de militantes dispuestos a tragar lo que haga falta, luchar contra la corrupción con buenos modos es muy difícil. Lo dicho, no perdamos la esperanza.

por @mbellido

La web del periodista Manuel Bellido Bello con opiniones, artículos y entrevistas publicados desde 1996. Manuel Bellido https://en.gravatar.com/verify/add-identity/09e264a7e3/manuelbellido% 40manuelbellido.com