Andalucía, que se levanta cada día con un porcentaje muy alto de su población viviendo en la pobreza y con un porcentaje también muy alto de personas desempleadas, no puede obviar que tiene a continuación de éstos, otra larga lista de retos en el terreno empresarial, no menos impostergables, y uno de ellos, que no es menos descomunal, es el reto de la competitividad. Dar respuesta a la globalización imparable de los mercados que están y que vienen.
Nuevas tecnologías, nuevas actividades productivas, nuevas necesidades de los consumidores, desarrollo de nuevas prácticas de gestión de empresas, paulatinos recortes en los fondos de la UE destinados a nuestra tierra, nuevos “Fischler” que no den marcha atrás. Todo se nos echa encima y nos preguntamos si existen claros criterios de priorización en muchos de los gestores de la política de desarrollo, para salir airosos. Y ya que innovar y mejorar no son tradicionalmente respuestas naturales de nuestro tejido empresarial, sino reacciones, en muchas ocasiones dramáticas, a las presiones y exigencias del entorno, el problema se agrava. A veces, costosas políticas industriales tampoco dan en el clavo porque se ignora el contexto local donde se quieren desarrollar, y se carece de una diagnosis previa fundamental en toda actuación.
Los expertos dicen que es mejor construir el cambio sobre las cosas que ya existen, con el fin de no generar descomunales gastos inútiles en anunciar y promocionar grandes expectativas, que después se quedan en nada, ni duplicar gastos en cursos de formación, impartidos al mismo tiempo, a tandas de desempleados, con categorías culturales y profesionales distintas, con el único objetivo de justificar sus días de parados, ni organizar viajes comerciales al extranjero, donde siempre van los “habituales”, que tienen los caminos más que trillados, y cuyo fruto final, se acerca más a lo turístico que a lo comercial.
Hay esfuerzos que, a la postre, ni generan puestos de trabajo, ni apoyo real a las empresas, sino desencanto y desconfianza.
Pero, como el camino para resolver los problemas no está en la retórica de las lamentaciones, hemos querido, fieles a nuestra línea editorial, proponer también en este número, ideas, personas e instrumentos que puedan sugerirnos nuevos enfoques. Y abrimos la revista con la entrevista a un Alcalde que está logrando hacer del Ayuntamiento un motor para la ciudad, Pedro Pacheco nos habla de una línea y unos proyectos claros y concretos que están haciendo de Jerez una de las puntas de lanza de Andalucía. En Málaga, hablamos con Felipe Romero y celebramos el quinto cumpleaños del PTA que desde luego es un punto de referencia en el desarrollo andaluz. El nuevo presidente de CEPES, Antonio Romero nos comentó las iniciativas que presenta la Economía Social como primera empleadora de nuestra Comunidad y las propuestas al respecto. También hemos estudiado los parques naturales andaluces y el esfuerzo que desde la Consejería de Medio Ambiente se está realizando para que los Andaluces los conozcamos, respetemos y disfrutemos. También hablamos de artesanía, de esa andaluza, que no admite parangón con ninguna otra de las fabricadas en España y que muy pronto va a gozar de una nueva normativa y apoyo por parte de la Administración. En Sevilla visitamos el Arboreto del Carambolo, que Emasesa nos presentó para el deleite de nuestros ojos.
Hemos abierto tres secciones nuevas, a partir de este número hablaremos habitualmente de Seguros, de Control de Calidad y de Estrategia.
Tal vez de tanto usarla se está gastando la palabra estrategia y, sin embargo, la encontramos sólo en manuales y en titulares de prensa especializada, y no aplicada e nuestras empresas. Nuestro tejido empresarial tendrá que ir echando mano de expertos que ayuden a definir políticas y acciones para tratar de alcanzar objetivos a medio y a largo plazo. Es urgente que reforcemos ventajas competitivas sostenibles en nuestro mercado y en los mercados que vendrán. Recuerdo una frase que pronunció Manuel Chaves González, nuestro Presidente, durante 1992: “Hoy el ritmo de Andalucía lo marca el ‘futuro’. Andalucía no se siente atrapada por su grandeza, ni inmovilizada por sus recuerdos. Los andaluces miramos cara a cara al siglo XXI con la decisión incluso de adelantarnos a su encuentro”. Ojalá que no perdamos nunca esta perspectiva y la apliquemos también en nuestro quehacer empresarial.