Ante los graves problemas de la humanidad y los acontecimientos que día tras día se suceden en el panorama internacional, la reforma de las Naciones Unidas es, por lo que parece, una necesidad improrrogable. El escenario mundial tiene muchas heridas abiertas y para aportar soluciones y equilibrios no existe en la actualidad una gobernabilidad compartida superior que dirija, que medie y que se haga oír. Mientras los índices de desarrollo en el mundo son hoy día dientes de sierra que castigan siempre al tercer mundo creando grandes desequilibrios sociales, ningún país ni Organismo se moja del todo para remediarlo. Las guerras siguen empapando de sangre el mapamundi. En el último año, según el estudio elaborado por la Escuela de Cultura de Paz de la Universidad Autónoma de Barcelona, 31 guerras flagelan al planeta: Asia sufre 14 contiendas, África nueve conflictos armados, Europa cuatro, Oriente Medio tres y uno América. El número de niños-soldado que participan en estas guerras ronda los 300.000, según Unicef. ¿Quién pone freno a tanta tribulación?
La realidad es que la prevención de conflictos armados que lleva a cabo la ONU es ya inadecuada y esta pasividad no significa otra cosa que pobreza en aumento e impotencia ante las guerras. Muchos son los retos que la ONU tiene por delante, pero sin duda el más importante el de afrontar la creación de nuevas reglas para el Consejo de Seguridad. Es en su seno donde reside la principal responsabilidad para el mantenimiento de la paz y la seguridad internacional. A ese Consejo confieren el poder todos los miembros de la organización, y decide en nombre de todos.
Tampoco habría que olvidar crear nuevos mecanismos para el uso de los recursos financieros, establecer nuevos instrumentos de diplomacia preventiva, olvidando el poder de veto de los miembros permanentes y dejando paso a la única responsabilidad de proteger a la población, incitar a la reconciliación anticipada, antes de que se produzca el conflicto, y a la reconstrucción urgente si este se produjera. La colaboración con la UE, con la Unión Africana o con la OTAN es otra clave fundamental para el éxito de cualquier acción con mandato de la Organización.
Los diversos Organismos internos que componen la ONU tendrían también que asegurar respuestas especializadas y coordinadas para no ir cada uno por su cuenta y así aunar fuerzas y encontrar soluciones sensatas y complementarias a problemas como la crisis alimenticia, el cambio climático, la tutela y promoción de los derechos fundamentales.
En el fondo, aunque muchos no quieran enterarse, en este planeta no viven muchos pueblos sino un solo, enriquecido de diferentes identidades y embellecido precisamente por esa diversidad. A ver si no perdemos la esperanza y empieza a hacerse realidad la tan utilizada y manipulada Oda a la Alegría: “Une otra vez tu hechizo/a quienes separó el rigor/. Fraterniza el orbe entero/de tus alas al calor”. En fin, que un día todos los hombres volvamos a ser hermanos y que la ONU lo vea. De utopía también se vive.
Manuel Bellido

por @mbellido

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