Hay una parte de Europa que vive despierta, y hay otra parte que parece dormida: es la Europa de las instituciones públicas, donde algunos políticos viven encerrados en preciosos despachos de la denominada UE, afanándose en mover papeles sabiendo probablemente que lo único que está en juego es su propio futuro, o sea, la obtención o el mantenimiento del poder político propio y del partido que representan. Una escenificación que se desarrolla en un día a día de discusiones o diálogos educados entre portavoces políticos. Parecen seguir dando la espalda a la verdadera esencia de Europa que son sus ciudadanos.

Fuera de esos despachos existe una Europa geográfica que no ha tenido nunca fronteras fijas, una Europa de los pueblos y de los ciudadanos, una Europa de los empresarios y de las empresas, una Europa de referencias culturales y audacia intelectual y espiritual que tiene siglos de historia.

Una Europa viva existe y se despierta cada mañana dispuesta a afrontar problemas reales que probablemente poco o nada tienen que ver con las porfías políticas. Después del rechazo de algunos países al Tratado, la Unión se vio obligada a gestionar un periodo de reflexión y debate ante el riesgo de crisis de legitimidad. ¿Se está reflexionando verdaderamente? ¿Sobre qué?

Desde fuera no se percibe, sólo se tiene la sensación de que el proceso de ratificación está momentáneamente interrumpido para que nos lo vuelvan a presentar dentro de unos meses, idéntico, pero envuelto en otro papel de regalo.

Velar por la esencia y la unidad de Europa no debe ser tarea fácil cuando el resultado visible de esa unión es y sigue siendo sólo una moneda.

Parece que salvaguardar sus raíces, sus valores y su unidad no entra a formar parte de las prioridades de nuestros representantes. Sobre todo si se sigue permitiendo que desde trincheras locales y nacionalistas se enfatice las diversidades en lugar de subrayar lo que tenemos en común. Esa Europa de los valores, esa Europa con bagaje ético y político de autogobierno democrático tiene que despertar.

Ese Parlamento Europeo, lo único que votamos los ciudadanos, en realidad no tiene hoy por hoy ningún poder real. Los europeos necesitamos que quienes nos representen sean políticos con vocación de servicio y no burócratas, personas dedicadas a garantizar derechos, a limitar poderes y a ofrecer soluciones.

Los habitantes de la tierra de la hija de Agenor necesitan señales políticas vitales que vuelvan a dar credibilidad a esta UE por la que tanto hemos apostado. En un mundo cada vez mas globalizado, nos tiene que seguir iluminando la ambición de ‘más Europa’.

por @mbellido

La web del periodista Manuel Bellido Bello con opiniones, artículos y entrevistas publicados desde 1996. Manuel Bellido https://en.gravatar.com/verify/add-identity/09e264a7e3/manuelbellido% 40manuelbellido.com